La colonización sigue su curso imparable. Santa Claus (un santo que se hace llamar santa es bastante surrealista) lleva años compartiendo protagonismo con nuestros Reyes Magos, Halloween está ya entre nosotros sometiéndonos al chocante paso por una ruidosa fiesta infantil, justo la noche antes de nuestra tradicional y recogida visita a los cementerios. Y ahora, nos estalla en la cara la sucesión Black Friday y Cybermonday.
Resulta sorprendente porque los últimos informes de las empresas que monitorizan el mercado decían que las rebajas estaban muriendo. Entre su desregulación y la lucha constante entre el comercio virtual y el real, no quedaba espacio para más descuentos. Eso nos decían al menos hace unos meses. Aparte del malestar que producen estos nuevos anglicismos (viernes negro trae demasiadas connotaciones históricas negativas, pero ciber lunes no habría estado mal) veremos si el fenómeno se consolida. Cuando las cadenas hagan cuentas y pasen los resultados por sus sistemas de big data, sabrán si los descuentos han compensado el adelanto forzado de las ventas sobre una temporada normal. Pero mucho me temo que conocer los números no implica una decisión automática. Siempre hay un componente de estrategia o política: cuando toda la competencia entra en liza, aunque sea disminuyendo sus beneficios, si tu enseña o marca no participa, vas a perder una gran cantidad de ventas que se dirigirán a la competencia.
Por eso, me atrevo a asegurar que, aunque el balance sea malo, nuestros nuevos amigos el viernes negro y el cyber lunes han venido para quedarse, como Santa y Halloween.