Decía recientemente un presidente de compañía que las marcas tenían que aprender de los partidos políticos, de su forma de estar siempre en campaña y de cómo manejan la comunicación. Me parece que, según y cómo, el benchmark no está demasiado bien orientado.
Las recientes elecciones al Parlamento Europeo han dejado un reguero de cadáveres políticos que nadie esperaba de una cita aparentemente anodina. Los más sesudos analistas y cocineros sociológicos se equivocaron o al menos sus consejos no llegaron a ser escuchados. El voto del descontento ha descompuesto los viejos equilibrios de poder y lo que eran unos cuantos antisistema y yayoflautas se han convertido en más de tres millones de votos repartidos por siglas nuevas o semidesconocidas.Pero, por pasiva, sigue teniendo razón el presidente citado: habrá que fijarse en los políticos para no caer en sus errores. Las organizaciones tienden a no escuchar los avisos sistémicos o en todo caso a menospreciarlos. El 15M no era un fenómeno muerto. Solo había que poner el oído en las RRSS para darse cuenta de que estaba bien vivo, aunque fuera de los medios de información y opinión. También hemos visto hundirse la industria musical, después la industria del cine y los diarios de información general, y nada de eso ha servido de aviso a la industria del libro a pesar de que ha tenido diez años para reaccionar desde el primer aviso. Con las marcas pasa lo mismo. Hay un ruido de fondo en la relación de consumidores/ personas y marcas claramente audible, aunque seguramente es muy difícil de interpretar, pero no hay que despreciarlo o algunas de ellas se pueden quedar fuera de juego en las próximas elecciones.David Torrejón es director editorial de Publicaciones Profesionales