Una observación mínimamente atenta de los contenidos de los medios y de lo que se ha dado en llamar la conversación social revela cuánto se está hablando de un tiempo a esta parte del papel de la mujer en la sociedad y de su situación en el ámbito laboral y de la empresa. Podría incluso argüirse, a la vista de la intensidad del fenómeno, que este tiene una faceta de tendencia o moda, con lo que ello con lleva de frivolidad y de motivación puramente comercial (lo que no es ilícito, en cualquier caso), pero sin duda el asunto es del todo pertinente y los usos más o menos espurios del mismo no le restan en absoluto calado ni seriedad.
Los avances en la situación familiar, social y laboral de las mujeres en las sociedades desarrolladas han sido notables en las últimas décadas (y España es desde luego un buen ejemplo de ello) pero aún son bastantes las rémoras, inercias e injusticias con las ha de lidiar la porción femenina de la población por el solo hecho de estar integrada en la misma. El machismo flagrante tiene una sanción social (y legal en algunos aspectos) bastante rotunda pero aún se reproducen, y resulta obvio decirlo, comportamientos y actitudes machistas o sexistas que sería necesario eliminar por una estricta cuestión de equidad y justicia (y no precisamente por seguir los dictados de algo tan vacuo y manipulable como es la llamada corrección política).
El sector publicitario no es ajeno a este movimiento (en esa línea, esta revista creó en 2014 sus premios Mujeres a Seguir y en unas semanas lanzará una cabecera propia especializada en mujer) porque, aunque no parezca descabellado afirmar que en esta industria la presencia e influencia femenina es más perceptible que en muchas otras, todavía hay en ella terrenos para avanzar, y quizá los más obvios sean el de la proporción de mujeres en la alta dirección y en los departamentos creativos; especialmente, si nos referimos a estos últimos, en puestos de responsabilidad.
Toda esta reflexión y reivindicación ha llegado a un punto de efervescencia (particularmente en Estados Unidos) en las últimas semanas con motivo de la demanda contra el ya ex CEO mundial de JWT, Gustavo Martínez, por realizar comentarios racistas y sexistas. Es imposible determinar hasta qué punto las actitudes de las que se acusa a este ejecutivo están generalizadas en la industria (basta pensar en la miríada de empresas que la componen), y tampoco cabe sacar conclusiones de orden general de la encuesta de alcance que publicamos este número entre directivos de agencias españolas, aunque estos no dejan ver en sus palabras que exista aquí un problema grave de machismo.
El problema de las agencias, aquí y en cualquier parte, es generar el ambiente, la cultura y la organización necesarias para que toda la laboriosidad, la capacidad de sacrificio, la dedicación, el conocimiento y desde luego el talento de sus trabajadores encuentre un campo abonado para su desarrollo. Ninguna de esas cualidades está repartida proporcionalmente, como se encargaba certeramente de señalar en un reciente artículo el escritor Javier Marías, ni por raza ni por géneros en un grupo determinado, pero la pertenencia a una raza o a un género no puede ser argumento para que una persona no las pueda desarrollar de manera plena, si así lo desea y ambiciona, en el ámbito de una empresa. Si todo el ruido actual sobre la cuestión de género en los medios y en los foros profesionales sirve para ello, bienvenido sea.