Cannes se convertirá en la tercera semana de junio, como es tradicional desde hace décadas, en el centro del mundillo publicitario internacional. No se han hecho públicos aún, a la hora de escribir estas líneas, el número de inscripciones que ha recibido el festival ni tampoco el que han realizado las agencias españolas. Una vez que se conozcan los números, será interesante comprobar el efecto en el volumen de participación de piezas del fin del veto a la inscripción en festivales que el grupo Publicis mantuvo, justamente, hasta la edición de Cannes del año pasado.
Esa medida, junto al recorte de categorías y la limitación del número de inscripciones por campaña que impuso el certamen para racionalizar su competición, hicieron que las inscripciones descendieran de las más de 41.170 de 2017 a las 32.372 del pasado año.
La participación de este año dará una medida de la dimensión real del festival después de las citadas reformas introducidas el año pasado -que incluyeron también el recorte de la duración de ocho a cinco días- pero, en cualquier caso, no caben muchas dudas acerca de que el certamen propiedad de Ascential seguirá siendo la principal cita competitiva del mercado y un gran foco de atracción de profesionales por su dimensión formativa, social y, por qué no, festiva.
España llega a la edición de este año después de haber ganado 32 leones en la de 2018 y ocupado el séptimo puesto entre los países más premiados. También habiendo protagonizado el hecho insólito de conseguir tres grandes premios, lo que sin duda habrá elevado el perfil creativo de nuestro mercado a los ojos de la comunidad publicitaria global. No parece haber entre la producción española reciente campaña alguna digna de tal reconocimiento –aunque la campaña navideña de Ruavieja tuvo muchísimo eco internacional y esa fama le puede ser favorable-, pero es forzoso recordar que tampoco ninguno de los tres trabajos que han ganado grandes premios para España en 2016 (Justino), 2017 (Cuánto) y 2018 (Hope) viajó a la Costa Azul con esperanzas locales en tal sentido. Sus éxitos resultaron tan bienvenidos como sorprendentes para el gremio publicitario nacional. Resulta ocioso especular con la posibilidad de conseguir un éxito semejante, por otra parte improbable a fuer de realistas, pero sí sería deseable que la representación española mantuviera el buen nivel mostrado el pasado año. Como muestra, más allá de las satisfacciones particulares, de que el sector crea y produce trabajos de primer nivel internacional. Sería una buena noticia el año en que se cumple el treinta aniversario del muy celebrado gran premio conseguido por Contrapunto con su famosa campaña para TVE. Aquel trabajo, por cierto, sí llegó a Cannes con el aval de muchos elogios internacionales.
La profusión de competiciones y la limitación del número de inscripciones por trabajo hacen difícil que una sola campaña se erija en triunfadora del certamen, pero si a priori hay que destacar alguna de entre las que han brillado en el escaparate global, quizá Dream, crazy, de Wieden + Kennedy para Nike, sea la elección más evidente. Un mensaje contemporáneo de dos nombres clásicos de Cannes. Seguramente eso es lo que también quiere el festival: ser relevante para el público actual y no dilapidar una herencia de casi setenta años.