Opinión

El día de la madre es un invento del marketing

Mi madre era publicitaria. Mi padre también. Y de los tres hijos yo he seguido con la tradición. En casa intentar adivinar cuál iba a ser el último anuncio del año era casi tan importante como tomarse las uvas a tiempo. Y, por supuesto, nadie aprovechaba el bloque publicitario para ir al baño. Pero esto no solo ocurría en mi familia. En el patio del colegio las niñas jugaban a la goma cantando la canción de Pedro, el pintor de Procolor, uno de los anuncios populares de la época. Y en los quioscos de prensa para darle un aval de garantía a un producto, se ponía la reseña "Anunciado en Televisión". Eso fue hace años.

Hoy la publicidad ha pasado a ser considerada algo banal. Un mal necesario en el mejor de los casos. Llegando a ser vista incluso como algo molesto. De ahí que muchos presentadores de programas avisen a la audiencia con tristeza de la inminente llegada de un bloque publicitario, olvidando que los ingresos por publicidad son los que les permiten ganar el dinero para producir los programas y que la gente los vea. Lo más irónico es que, dependiendo del programa, el contenido más digno que se emite es la publicidad. La alternativa es una televisión pública con más de 1.500 millones de déficit que pagamos entre todos los españoles, veamos sus programas o no. Eso sí, no tiene publicidad.

El crecimiento de la marca blanca como consecuencia de la crisis ha potenciado el desprestigio de las marcas y su comunicación. Por si fuera poco, ciertos movimientos políticos han creído ver en el marketing una especie de plan capitalista para controlar a las masas. Como si la gente fuera idiota.

El sector de la publicidad representa un 1,5% de nuestro PIB. Genera miles de puestos de trabajo directo e indirecto. Ayuda a crecer a las empresas. Entretiene. Y, entre otras cosas, ha permitido el desarrollo de la competencia. ¿O nunca se ha parado a pensar qué pasaría si solo existiera Hacendado? ¿Qué les impulsaría a mejorar sus productos? ¿Por qué tendrían que innovar? Y, sobre todo, ¿qué piensa que harían con los precios?

Sin embargo, el colmo llegó el otro día cuando, hablando con un amigo, le comenté que estaba escribiendo un artículo cuyo tema central era El Día de la Madre. "Eso es un invento de marketing", me contestó. Y claro, salté. Rendirle tributo a la mujer gracias al mágico don de la maternidad es tan antiguo como la especie humana. Incluso más que el marketing, por increíble que parezca. La primera representación de la que se tiene constancia es la Dama de Brassempouy, una preciosa estatuilla de marfil en la que tallaron el rostro de una mujer. Poco a poco se fueron encontrando más ejemplos de Venus paleolíticas en lugares tan lejanos de Francia como las llanuras siberianas y aunque hay varias teorías al respecto, no se sabe a ciencia cierta cuál era su utilidad.

Yo quiero compartir una teoría con ustedes:

Estas figuras fueron los primeros regalos de El Día de la Madre de la Historia.

Vamos a centrarnos, por aquello del rigor histórico, en la Dama de Brassempouy. Un joven y prehistórico niño estaba muy agradecido por los cuidados que recibía de su madre. Cariño, comida, pieles suaves sobre las que recostarse, protección… La época de lluvias estaba llegando a su fin y el nivel del agua había bajado dejando al descubierto el esqueleto de un gran mamut al que solo le quedaba la mitad de uno de sus enormes colmillos.

El mamut no solo había dado comida y pieles y la comunidad. El marfil se utilizaba para hacer adornos y tallar puntas de lanza. Uno de esos trozos fue lo que se encontró nuestro pequeño amigo junto al esqueleto. Había visto a los ancianos frotar las piezas de marfil sobre las piedras más cortantes para, con paciencia, ir dándoles la forma deseada. Lo más preciado para él era su madre así que decidió tratar de representar su imagen. Cuando obtuvo el resultado deseado se lo regaló. Y así surgió el primer regalo de El Día de la Madre.

Claro que esto es solo mi teoría. En cualquier caso, si la industria de la comunicación se hubiera inventado un día para que todos los hijos del mundo honrasen a sus madres, tampoco me parecería una mala idea. ¿No cree?

Manu Montes es director general creativo de Havas Worldwide

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