Fútbol y componente social son las temáticas de moda en publicidad y esto salta a la vista en un festival como El Sol. En algunas secciones el componente social ha dominado en el palmarés. El motivo es obvio: en la era del diálogo y el empoderamiento del consumidor, las marcas necesitan superar o completar los mensajes puramente comerciales con un elemento de vinculación que diga: oye, estoy a tu lado, intento ayudar a solucionar los problemas de la sociedad.
No es extraño que la Asociación de Marketing de España esté dedicando este año a la ética en el marketing. Un estudio de Doxa que se publica en su último anuario (que se distribuye junto con este número a los suscriptores de Anuncios en papel y pronto tendrá acceso gratuito en su versión digital) recoge que un 25% (el mayor porcentaje entre otras opciones) de los profesionales de marketing del anunciante piensa que la ética está empezando a tenerse en cuenta porque los consumidores lo exigen. Aquí parece residir el meollo del asunto. Antes de querer construirse un perfil de benefactora social, una empresa debe primero tener un alto estándar de ética, por obligación o por convencimiento (una cosa puede llevar a la otra) o la jugada se le puede volver en contra con suma facilidad.
En el endogámico mundo de los premios publicitarios, no obstante, el componente social supone un plus que hace aún más atractivo su uso, ya sea real o trucho. A un jurado siempre le resultará más fácil premiar una campaña de tinte social que otra descaradamente comercial, por mucho que esta sea perfectamente ética. Por tanto, creo que no me equivoco si aventuro que la tendencia no puede más que seguir progresando.