…gozan de buena salud. Esa famosa frase mal atribuida a Zorrilla (Don Juan Tenorio), me viene bien por tres razones. Primera, por su significado; segunda, por su condición de error mil veces replicado. Especialmente, después de que una voz autorizada como la de Ortega y Gasset la convirtiera en un lugar común, demostrando que ya antes de internet era muy difícil desmontar un conocimiento equivocado.
Tantas veces voces autorizadas han matado a la publicidad televisiva que dan ganas de repetirla a cada paso. Especialmente en las últimas semanas. Y es que, en la era del transmedia, de la comunicación bidireccional y de los decálogos sobre el valor añadido que debe ofrecer la nueva publicidad, una campaña digna de los años Setenta se ha convertido en el centro de la notoriedad y las redes sociales. Me refiero a la última de Tiendas Aurgi, obra de Sheridan. Habría que meditar sobre si este es el tipo de valor añadido que quieren los consumidores (y no las consumidoras, que están bastante cabreadas) sin doblez alguna, o si en realidad es una campaña tan retro que para el público de las redes sociales es una sorpresa. Es lo que en arte llaman descontextualizar. Recuerdo una cena que con motivo de Arco se le dio a los galeristas extranjeros en un restaurante de bodas con todo el programa kitsch habitual. Fue un éxito apoteósico.
Puede que sea eso o puede que nos estemos complicando demasiado la vida. Las campañas de Cillit Bang, por ejemplo, son idénticas plano a plano, frase a frase, a las de detergentes de hace cuarenta años, metiéndoles, eso sí, un filtro low cost. Es de suponer que a Reckitt le funcionan y lo debe notar en su web y sus perfiles en redes sociales. No creo que haya una decodificación rebuscada en su caso.
Reconozco que el fenómeno me deja pensativo. Y más si en esta reflexión incluyo el último fenómeno televisivo, Splash, de Antena 3, un formato tan idiota como de momento exitoso. Otro muerto, el de los programas populares, que parece estar muy vivo, a pesar de toda la programación a la carta on y off del mundo.
No sé si puedo corregir a los gurús de lo interactivo, pero al menos puedo intentar que quede claro que la famosa frase se dice en una obra de Corneille, Le menteur (El mentiroso). Un título que tampoco viene mal y que es la tercera razón por la que hoy resulta perfecta, si es que el lector aún la estaba buscando.
David Torrejón
Director editorial