La corrupción, esa palabra tan de moda, no es una exclusiva del sector público. Los escándalos también se producen en el sector privado y en este nuestro de la publicidad con tanta frecuencia como en cualquier otro. Pero no conviene que exageremos. Si uno atiende a comentarios de café o barra de pub, parecería que no se puede dar un paso ni conseguir una cuenta sin previamente gratificar al egipcio de turno. Y si yo no hubiera pasado por una agencia también lo creería a pie juntillas. Sin embargo, y aunque sé que los testimonios personales no hacen estadística, con lo más duro que me encontré fue con un cliente que me dejó caer que le encantaría ir al Festival de San Sebastián. Y no lo invitamos.
 
El reciente escándalo del que informamos en nuestras páginas es uno de esos casos que saltan de vez en cuando y afectan a una empresa privada. Por el contrario, el ámbito de las campañas oficiales ha dado pie en los últimos tiempos a unos cuantos hechos que se han de ver en juzgados por toda España, casi siempre adheridos a un gran sumario de corrupción política.
 
Lo que sí es cierto es que se trata de la primera ocasión que uno recuerde (hubo otra pero afectaba a una empresa pública), en la que el anunciante ha sido el primero en informar. Lo normal, hasta ahora y sin prejuzgar el resultado de la investigación interna y las causas planteadas en este caso concreto, es que todo se arregle de puertas adentro y las más de las veces, paradójicamente, con la llamada patada hacia arriba antes de una desaparición silenciosa. Por tanto, es una actitud muy de agradecer y pone a la empresa a la altura de las cotizadas en bolsa de otros países, donde a estos asuntos se les da publicidad, aunque sólo sea por la cuenta que les trae a los administradores.
 
Son escándalos que me escandalizan menos que otras cosas que ocurren en nuestro sector, como la pervivencia de unos modelos de remuneración insensatos, el uso de la investigación para matar buenas ideas o el inmovilismo respecto del nuevo panorama de medios. Los egipcios en sus diversas formas, con montajes más o menos sofisticados e inteligentes, han existido siempre y seguirán estando entre nosotros. Menos de lo que algunos cuentan para justificar sus fracasos, pero más de lo que sería deseable.  
 
David Torrejón
Director editorial