Opinión

Vuelve la ilusión

Me tiene hipnotizado una media página de prensa que he visto en El País en los últimos tiempos. Se trata de una composición visual muy acertada en la que se observa en primer plano a una atractiva señorita que luce moño estilo Princesa Leia, mientras blande erguido su dedo índice de la mano derecha y repliega los demás, en signo inequívoco de fuck you.

Este signo de desaprobación va dirigido hacia una molécula y/o satélite soviético sesentero que amenaza con golpear su cabeza. No nos queda sino colegir que se trata de la representación gráfica del coronavirus que nos asola.

De fondo, el mar. Tranquilo, calmo, sereno, en reposo. Solo rompe esta paz el titular: ‘OLVÍDATE DEL 2020. VUELVE LA ILUSIÓN'.

Creo que hay que tenerlos cuadrados para dejarte los euros publicando una página como esta un 16 de enero en plena tercera ola, tras ser arrasados por Filomena. No sé, Rick, eso de que vuelve la ilusión, parece falso. Pero, en cualquier caso, en cuanto note que me vuelve un atisbo de ilusión, no se preocupen. Ahí estaré en la web de Servigroup hoteles reservando una experiencia vacacional. Y, como yo, tantos y tantos millones de compatriotas ávidos de olvidar y de recuperar la ilusión.

 

 

Mientras tanto, intento enfocar la ilusión en descubrir cosas nuevas. Como buen viejuno que intenta hacerse el joven para intentar sobrevivir en esta profesión de imberbes, les juro que hago todo lo posible por entender los fenómenos comunicacionales modernos que escapan a mi comprensión. Les reconozco que, por ejemplo, me cuesta apreciar el disfrute que supone el ver cómo alguien juega a un videojuego durante horas y horas. Pero le pongo ilusión al tema: sé que por ahí está el presente y el futuro. Y, además, yo también me quedo absurdamente pegado a una pantalla durante dos horas viendo un Fuenlabrada-Espanyol en el que mi intervención directa es escasa. O sea, que esto del youtuberismo/twitcherismo es de lo más lógico.

Pero les confieso que tiendo a discutir sobre este tema por el talento. O, más en concreto, por la falta del mismo. Entiendo que muchos de ustedes, como el ministro/candidato Sr. Illa, fueron impelidos por sus hijos adolescentes a recibir el nuevo año con Ibai Llanos en el show.

Las Campanadas de Ibai. Yo también me dejé invadir por Pacheco Jr. a los mandos de Twitch, sabiendo que la dualidad Pedroche/Igartiburu tampoco me iba a llevar a ninguna parte.

Por corte, aparece en mi pantalla un set de la radiotelevisión albanesa de 1965. Unos jóvenes liderados por Ibai se muestran exultantes ante el aumento de views en un contador: cien mil, doscientos mil, trescientos mil, cuatrocientos mil, quinientos mil… y poco más. Ingestión atropellada de uvas en modo Marisa Naranjo posmoderno. Y ya. Todo aderezado con un product placement también bastante UHF.

No me malinterprenten: soy muy fan de Ibai. De él. Tiene una capacidad de conexión con su target increíble. Es rápido, gracioso y con los pies en el suelo. No le da miedo meterse en charcos como la salud mental y las obligaciones fiscales, y todo lo que dice me parece muy sensato. Pero los contenidos que genera me aburren soberanamente. Ahora que se ha lanzado a montar su propia productora de contenidos para arrasar en Twitch, espero que cambie la cosa. Y que las marcas que decidan estar ahí tengan un rol relevante.

Vuelve la ilusión, con sus medias páginas y sus streamings de cinco horas. Vuelve la ilusión, porque esto sigue molando y cada vez hay más charcos donde meterse.

[Escribo esta columna bajo la amenaza de Pacheco Jr., que teme que estas líneas lleguen a Ibai y las lea en un stream, lo que ocasionaría que su padre hiciera la risión ante legiones de zetas. Pero el compromiso de esta columna con sus lectores es inquebrantable].

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