Son las siete. Me levanto, me miro al espejo y pienso: "¡Joder, qué mala cara! ¡Qué mal he dormido!". Salgo a correr, necesito despejarme, hoy es un día importante. Me afeito, me ducho y me peino. Me miro de nuevo: "¡Vaya cara de pan!". He engordado... y justo hoy aparece una espinilla en la frente. Perfecto. Abro el armario. ¿Camisa o camiseta? ¿Rollo soy joven y desenfadado o soy lo que soy? Me plancho una camisa. Reviso la presentación rápidamente, ya me la sé casi de memoria. Nada de leer que queda fatal.
Las diez en punto. Es el momento. Link. Unirme ahora.
- ¡Hola! - digo con una sonrisa, limpio, vestido y peinado.
Al otro lado, solo un círculo gris con un icono de persona.
- Hola, ¿qué tal? - dice la figurita gris.
Espero unos segundos, pensando que activará la cámara, pero no ocurre. Solo oigo, aunque no oigo nada y solo me veo a mi en pequeñito, en una esquina de la pantalla.
Comienzo mi presentación. La figurita se mutea. Silencio. Comienzo a pasar slides, sonrío, gesticulo… ¡La presentación ha quedado súper! Me cuesta concentrarme, sobre todo cuando me veo diminuto gesticulando como un intérprete de lengua de signos.
- Se me escucha bien, ¿verdad? - pregunto.
- Sí, sí, perfectamente - se desmutea – se escucha un ladrido.
Sigo adelante, con más ánimos porque ha dejado el micrófono abierto. Quizá haga alguna pregunta, pero nada. Nada de nada de nada. Sigo. No sé si está prestando atención, si sonríe, frunce el ceño o bosteza de puro aburrimiento.
De repente, empiezo a oír un ruido extraño. Parece... ¿platos, cubiertos? ¡No puede ser! ¿Está vaciando el lavavajillas? ¿O lo está llenando? Mi concentración empieza a desvanecerse. Sigo, pero entonces dice algo, solo que se le escucha como de lejos y no entiendo muy bien qué dice.
- No, ese color no me gusta. Dile al pintor que ni lo intente con ese verde, es horroroso.
¿Verde? ¿Pintor? ¿Qué está pasando? Cuando vuelve, su voz sigue tan neutra como siempre.
- Perdón, continúa – Se escucha otro ladrido. Se vuelve a mutear.
- Sigo adelante, pero ya he perdido el hilo. Termino unos minutos después.
- Pues esto es todo. Muchas gracias por la oportunidad.
- Gracias a ti. Os diremos algo la semana que viene.
Me despido, cierro el portátil y me quedo en silencio, limpio, vestido y peinado, con mi camisa planchada. Me pregunto si él siquiera se había vestido o si estaba en pelotas, vaciando el lavavajillas en pelotas, vaciando el lavavajillas en pelotas en una cabaña de madera con las paredes llenas de cabezas de jabalí mientras un pintor, en bolas también, pintaba el puto techo de un verde horroroso. Igual un perro era el único que prestaba atención a un idiota haciendo gestos en una pantalla.
Qué frustrante es hablar a una pared que hoy en día es lo mismo que hablar a un icono muteado. Gracias a todos los que hacen un esfuerzo por adecentarse y mostrarse. Que lo de vernos online vale, pero viéndonos de verdad, ¿no?
