Opinión

Unpopular opinion

Me gusta el nuevo logo de la Real Federación Española de Fútbol. No sé si lo habrán visto ustedes. Es un círculo rojo que incluye una circunferencia blanca en cuyo interior se leen bien claritas las letras erre, efe, e y efe. Y ya. Simple. Quizás demasiado. Pero a mí me gusta. Me gusta porque odiaba con pasión el logo antiguo, que siempre pensé que era de Joan Miró, pero resulta que solo estaba ‘inspirado' en su obra. Me gusta porque te permite integrarlo estupendamente en la gama de‘ productos' federativos: La Roja (ya que se han puesto a hacer cambios, acaben con esto, se lo ruego), la Copa del Rey y demás zarandajas competitivas. Me gusta porque me encanta cómo se ha resuelto el escudo de la selección, que me parecía horrible.

Me gusta hasta la paleta de colores, a pesar de mis limitaciones cromáticas de serie. Me gusta porque soy muy fan de que mi Federación parezca moderna y no viejuna. A los cinco minutos de haber presentado la nueva imagen, las hordas tuiteras arremetieron sin piedad contra este diseño." Esto lo hace mi hijo de seis años", afirmaban utilizando el argumento irrebatible de la precoz genialidad de su descendencia. Habrán salido a padre, sin duda.

"Han copiado el logo de Bayer", clamaban los defensores de la exclusividad de la aspirinesca empresa alemana con respecto al uso de círculos en las imágenes corporativas. "Es una plantilla de Canva, han tardado cinco minutos en diseñarlo", sostenían los más avanzados magos del diseño en la red.

En este mar de haterismo conviene, si uno sostiene opiniones contrarias a la corriente mayoritaria, andar agazapado por si acaso te llevas un bofetazo internético sin comerlo ni beberlo. Pero hay un día en el que movido, quizás, por unas ansias de aventura que rompa por unos instantes las rutinas del semiconfinamiento, uno tuitea lo que piensa, presuponiendo que le va a caer la del pulpo. Así que, invadido por un valor inusual en mí, tuiteé que el logo me gustaba y me preparé para responder a los haters que acostumbran a arrasar con las opiniones menos populares.

Pero no. Ni un comentario hater. Tampoco hubo muchas muestras de adhesión inquebrantable, esa es la verdad, salvo por el apoyo incondicional del prometedor futuro delantero centro del Deportivo, D. Félix Carral. Es lo que tiene contar con cuarto y mitad de followers. El caso es que, cuando pensaba que había salido bien librado de esta, mi amigo Sergio Cortina -columnista de pro en el As- me pidió opinión sobre el tema y le conté lo que les estoy explicando a ustedes. Y lo publicó. Por primera vez en mi vida me vi imbuido en una persecución de las hordas tuiteras -DISCLAIMER: esto es una dramatización, en realidad dos losers escribieron cosas inconvenientes y poco más- que incluso acusaron a Cortina de haberse inventado mi existencia como excusa para justificar el injustificable logo.

 

 

Oigan, qué mal cuerpo. Peor que cuando han atizado alguna de mis campañas. Sé que nuestra labor se parece bastante a la del seleccionador de fútbol: todo el mundo sabe más de lo nuestro que nosotros mismos. Pero me parece que nos defendemos regular de los ataques. Nos cuesta contar bien lo que hacemos. La gente solo entiende que hemos tardado un año y medio en pintar un redondel con cuatro letras. No valora el trabajo que hay detrás. Y es una pena.

Un día le enseñé a mi padre, henchido de orgullo y satisfacción, la primera página de prensa que se publicaba con una idea mía, recién cambiada la seda de la Física por el percal de la Publicidad. En la contra del Abc, ni más, ni menos. Se la quedó mirando, pensativo. Al cabo de unos segundos que me parecieron eternos, resolvió: "esto debe ser muy fácil, ¿no?". Pues no.

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