Todas las artes se influyen entre ellas. La nuestra, como el lema de la Real Academia de la lengua española las fi ja, las limpia y les da brillo y esplendor. Especialmente al cine, del que maman muchas ideas de todo tipo para seguir persuadiendo a los fans de los éxitos del séptimo arte. Estos Oscar La La Land no fue la mejor película, pero dio la nota, acaparando notoriedad. Buena o mala, da lo mismo. Como pieza de comunicación, La La Land, es a mi modesto juicio impecable. Gusta y disgusta en similar proporción. Solo los cinéfilos asertivos la defienden públicamente. Los añosos la desdeñan. Se acusa al fi lm hollywoodiense de no hacer justicia ni a Kelly, ni a Astaire ¿Pero alguien recuerda el nombre de sus parejas de baile? El pasado es historia, y ya me gustaría a mí y a muchas otras personas de este maravilloso oficio de anunciar, una campaña homenaje a los anuncios del siglo XX al estilo La La Land o al estilo The artist… Lamentablemente para nuestro vilipendiado ego, la publicidad, pese a nuestros detractores, influye bastante menos.
Volviendo a La La Land, reconozco la genialidad de llevar al cine a una generación que consume cine en pantallas personales, en la intimidad de su hogar, lejos de una sala oscura en la que las películas se ven como grandes espectáculos. También veo en ella una banda sonora capaz de adherirse a las neuronas que sirven para recordar y tararear sin conciencia de estar haciéndolo , incluso en modo avión.
Identifico en sus hacedores la determinación de no renunciar a un número de arranque (otro día soleado) excesivamente largo en un alarde de respeto al dinero, esfuerzo e implicación de todo el equipo artístico que colaboró en su producción. Algo prohibido en la órbita publicitaria del siglo XX (sujeta al techo de los 45 segundos) pero aceptable en la del XXI merced a los multiformatos a la carta del marketing integrado.
Siento admiración por el carisma y la verdad que impera en el nuevo cine musical que permite sin pudor que los autores canten con sus propias voces ¡Que envidia me dan! Solo yo y los que me sufrieron como clienta saben cómo luché sin éxito para no doblar con voces de otros a los intérpretes de los anuncios. Afortunadamente, esa guerra ya la han ganado otros.
Sonrío con complicidad cuando veo la magia de hacer de lo recurrente algo excepcional, como en las escenas de la protagonista en la cafetería de los estudios antes y después del éxito. Porque todas nos podemos reconocer en momentos parecidos.
Me emociono con la solidaridad de una pareja joven que se apoya mutuamente en la dura tarea de alcanzar un sueño. Aprendiendo el uno del otro y respetando las diferencias. Admiro un final realista, rebelde y poco edulcorado que te enfrenta a la complejidad de compartir tu vida y tus sueños . De conciliar, de crecer, de seguir adelante…
Alabo el respeto por la inteligencia de la audiencia. La La Land, refleja una realidad revolucionaria desde el punto de vista de género. Va de dos personas , con sus anclas aún latentes, pero con respeto por el protagonismo mutuo. Un respeto reconocido con un Oscar a Emma Stone por ser creíble, en un papel en el que al contrario de lo que solía pasar, la guapa no ha de disfrazarse de fea para ver reconocido su talento.
Una vez más el cine va por delante. Una vez más el cine nos da pistas para atrapar la atención de millennials, hipsters o sencillamente personas listas que no tienen por qué saberlo todo, pero que siguen agradeciendo recibir mensajes que les seduzcan, les impliquen emocionalmente, les descubran cosas que aún no conocen, les sorprendan, les hagan sentir… ¡Sigamos estas pistas para que se fijen, brillen y nos den esplendor! ¿Vale?