Así es. Me quedé estupefacto ante el hecho de que tan célebre  escritor fue una vez parte de las filas de la agencia donde  estoy. Un honor, claro. Pero indagué un poco más. Era copy y  al parecer no muy bueno. Porque su jefe le acabó echando.  Me lo imagino haciendo pareados para marcas y sus jefes  diciendo "no, Gabo, esto es demasiado bonito para vender  unas ruedas. Vuelve a tu mesa y escribe más." 
Y otra vez, "no, Gabo, esto es demasiado poético para vender  un coche. Vuelve a tu mesa y escribe más" y así en adelante.  La verdad es que le echaron, cómo no, porque era demasiado  bueno. Punto. Menos mal, porque si no en vez de haber  tenido sus grandes obras tendríamos títulos como Cien años  de publicidad, El brief en tiempos te da cólera o El Director  Creativo no tiene quien le escriba. Qué alivio, ¿no? 
El caso es que agradeció a su primer jefe en McCann por  haberle echado y por lo que le dijo que era demasiado bueno  para acabar escribiendo para una empresa de detergentes. 
Ser redactor en tiempos de cólera 
Son tiempos difíciles para ser un redactor. Ya lo eran cuando  empecé en esto en el 96 así que imáginate ahora. Así es, soy  un arduo defensor del copy. De la palabra escrita. Sigo  pensando en textos y me resulta complicado visualizar algo  sin escribirlo antes. (Y ahora es cuando viene mi discurso a lo  abuelete… ) Ah, todavía recuerdo esos tiempos de los  titulares largos que decían "No se gana un plata, se pierde un  oro" para Nike o el de Timberland que decía "De los días  cuando un hombre era un hombre y las mujeres también". Y  uno, mío, para un laptop de Toshiba que tenía cámara  incorporada que me sigue haciendo gracia: "Otro japonés con  una cámara". 
Pero para redactar antes hay que tener buenas ideas. No se  trata de sentarse delante del teclado y a ver qué sale. Seguro  que nuestro amigo Gabo no lo hacía así. Y lo peculiar de lo  que está pasando hoy es que esas ideas trascienden el  mundo de las palabras. 
El mercado ha cambiado (qué os voy a contar). Las nuevas  tecnologías han surgido junto con nuevos medios de  comunicación. Pero una buena idea sigue siendo la materia  prima básica para redactores en todo el mundo. El texto era  una desafío con el que sólo unos pocos se atrevían y quizás  por eso hoy veo mucho bla bla bla y poca chicha. Creo que la  gente está más preocupada con la forma que con el  contenido. Veo escritores que maltratan con demasiada  frecuencia la palabra (yo el primero). Con errores básicos en  su formulación. Me parece deplorable. Porque, al parecer,  usar palabras como deplorable suena pedante.  Sabemos que en publicidad tenemos licencia para escribir tal  y como hablamos, pero tengamos un mínimo de decencia. El  ser humano sólo usa unas trescientas palabras al día y el  diccionario tiene unas 80.000. Así que hagamos algo al  respecto, aunque sea por respeto a Gabo. 
No nos olvidemos de que gran parte del largo camino hacia  un premio también es el de ser meticuloso al escribir.  Aunque sea un estúpido titular o frase de cierre. Mi  generación fue forjada con titulares y textos de grandes  redactores. Y os aseguro que todos tenemos una pequeña  falla que ser arreglada, algún punto débil que ser reforzado.  Hay que ser consistente. Buenos. Siempre. Me encantan los  redactores que prueban nuevas formas. Como el del discurso  de Dogs Rule de Purina que glorificaba a los perros y les  tocaba la fibra sensible hasta a los que no tenían uno.  Soy de la generación offline, no online, aunque ya sea parte  de ella. Puedo decir que en ambos mundos es importante  escuchar para evitar cometer errores. Y en lo digital, sobre  todo, porque los formatos son muy concisos. Si tenéis  cualquier duda mandad vuestros mails a: gabriel.gmarquez@mccann.com.mx.