Les tengo que confesar una cosa, queridos lectores. Desde hace bastante tiempo me cuesta mucho elegir un tema para mi columna. Y no porque no me falten asuntos profesionales a los que referirme con punto y contrapunto, no. Simplemente, porque hay tantas cuestiones graves y no estrictamente profesionales en la situación que nos rodea que me resulta hasta frívolo centrarme en remuneraciones de agencia, eficacia de los medios o tendencias de mercado.
En realidad, todos los grandes temas de los que estamos hablando y leyendo día tras día tienen una repercusión directa en la comunicación comercial, o deberían tenerla. Los problemas de la educación -obligatoria, profesional, o universitaria-, los de la investigación, los de la sanidad, los dependientes, las pymes, la industria de la cultura, la imagen de país, los riesgos de secesión y, el más grande de todos, el problema del desempleo, conforman un panorama que no sólo afecta a las marcas de forma indirecta, sino que muchas veces de forma frontal: boicoteos nacionalistas o antinacionalistas, o por deslocalizaciones de fábricas o por desahucios y cincuenta razones más.
¡Qué difícil se está haciendo, me imagino, comunicar en estos tiempos! Decía con otras palabras Mónica Moro, directora general creativa de McCann, en una reciente y muy interesante entrevista con Anuncios, que se espera una catarata de campañas de buen rollo para las próximas navidades. El ejemplo de los Cómicos de Campofrío será, sin duda, una de las referencias. Pero, primero, no es fácil parir y producir algo semejante y, segundo, ni siquiera sé si eso va a ser suficiente este año para mejorar la vinculación de los consumidores tal como están las cosas. Para empezar, no es lo mismo una marca de alimentación popular que una energética o que una de seguros. Pero en todos los casos va ser complicado resolver la ecuación con música, bonitas imágenes y un copy con palabras de aliento. Los consumidores, mejor dicho, las personas, van a estar hipersensibilizadas y no van admitir nada que no sea un compromiso serio. Algo mucho más cercano a lo corporativo y la RSE que a las postales navideñas. Esperemos a ver quién resuelve mejor el problema.
 
David Torrejón
Director editorial