La de gente que hemos pasado por allí. No sé si habrá registros, pero seguro que daría para llenar un pueblo no tan pequeño. Contrapunto Town. En el 30 aniversario hicimos un anuncio con una ficha técnica con todos los que alguna vez habían sido. Fue una proeza arqueológica desempolvar todos aquellos nombres. Hoy, en cambio, no diré ninguno, porque hay tantos y tan importantes que sería injusto dejar uno solo fuera. En mi cabeza, y en mi corazón, guardo muchos, y en mi vida actual conservo queridas amistades de esos 18 años, tan intensos como veloces. Muchos hicieron que Contrapunto haya sido lo que es y también han influido en lo que soy yo. Pero, aun sabiendo que lo más importante siempre fueron las personas, hoy deliberadamente omitiré los nombres de todos. Nombres aparte, ¿qué hizo a esta agencia tan especial para tantos?
Lo primero, es que éramos más jóvenes. Es así. Da igual el momento, 1974 o 2024, Contrapunto siempre ha sido un lugar poblado de jóvenes con ganas de darle un bocado al mundo y convencidos de que estaban en el lugar adecuado para hacerlo. Era un gran sitio para tener hambre y para aprender a morder. Siempre decíamos que la creatividad estaba en las paredes, pero lo cierto es que se sentaba en las sillas de al lado. Solo había que mirar y dejarse contagiar. Esa creatividad no era patrimonio de ninguna época, o quizá lo era de todas. Y se guardaba también en las vitrinas: una vez se nos rompió una del peso que soportaba, y el Gran Premio de Pippin se hizo añicos (después de tanta mística era solo una frágil figura de resina). El caso es que ese peso que soportaban las sufridas vitrinas lo soportaba también todo el que pasaba por allí. La silla incómoda, pero en la que todo el mundo deseaba sentarse. A veces te creías la leche solo por ser de Contrapunto, y entonces llegaba tu renombrado producer (hoy sin nombre por mi decisión) y te enseñaba descojonado un presupuesto de Pytka, el realizador más galardonado en Cannes, que empezaba con un Dear sirs of Punta Punta…”.
¡Punta Punta! Ja, ja. Esas curas de humildad te recordaban que nunca importaba lo caminado, el trecho por delante era siempre el más largo. No había horarios, trabajábamos mucho, y muchas veces la jornada continuaba en el Capitán o el Gorbea. Allí se fraguaban amistades que hacían que la exigencia diaria y la competencia fuera siempre sana. Una directora creativa (hoy sin nombre) decía que Contrapunto era como una secta. Siempre te querías ir, pero cuando llegabas a la puerta alguien te decía “Mira qué briefing ha entrado”, o “¿Te vienes luego a tomarte una cervecita?, o “¿Pero dónde vas a estar mejor?”… y, sin entenderlo bien, al día siguiente aparecías en la misma silla de siempre. No era la agencia que mejor pagaba del mundo, pero tenía cosas tan importantes como eso. En cierta ocasión, cuando no nos iban tan bien las cosas, recuerdo decirle a mi jefe (esteee, no puedo dar nombres) que Contrapunto más que un trabajo se había convertido en una causa. Y yo solía decir a muchos equipos que Contrapunto era como una rueda dando vueltas: cuanto más aguantabas, más incómodo era, pero más inercia cogías y al soltarte más lejos llegabas en tu salto. Y solo hace falta mirar alrededor. Cuántos contrapuntos hay por el mundo. Cuántas agencias independientes han surgido (incluida la mía) de aquella raíz. Algunas tan importantes como la propia Contrapunto. Y cuántos directores creativos y generales y ceos hay en las multinacionales más importantes. Y no solo jefazos, simplemente ¡cuánta gente buena y cuánta buena gente!
El espacio de este artículo es limitado y no puedo extenderme en una historia que sería interminable, pero que algún día merecería ser contada sin olvidar ningún nombre. Hoy, solo quiero felicitar los cincuenta años a todos los contrapuntos que son, y a todos los que fuimos y lo seremos donde vayamos. Y recordarnos a nosotros mismos que seguiremos siendo aquellos jóvenes contrapunteros por mucho tiempo. Saramago decía que la vejez no es una cuestión de edad, y que solo empieza cuando dejas de ser curioso. Nosotros estamos vacunados, porque Contrapunto nos enseñó a ser curiosos para siempre.
Carlos Sanz De Andino, socio y presidente creativo de Darwin&Verne