Nuestro modelo de campañas oficiales aglutina un compendio fascinante de todos los defectos posibles. Por un lado, cuando el procedimiento es riguroso, suelen ganar propuestas romas creativamente, pero muy económicas. La ley obliga. Por otro, cuando no es riguroso, muchas veces se utiliza con una discrecionalidad asombrosa, y por supuesto, saltándose luego la obligación de transparencia marcada por la ley al respecto (así vamos en el Índice de Transparencia Internacional).
Esto sin mencionar otros problemas que saca a la luz en cada oleada el estudio sectorial de campañas oficiales de La Fede y la ACT, más allá de valorar el precio por encima de la creatividad. Por ejemplo, dar menos de tres semanas para presentar propuestas (51,8%) o pedir unos requisitos de facturación desorbitados (87,9%) como vía artificial para limitar el número de concursantes. Así que, por un lado, en todos los ámbitos (estatal, autonómico, municipal o de organismos oficiales) tiramos el dinero de todos en muchísimas campañas mucho menos eficaces de lo que podrían ser. Y, por otro, se lo regalamos a los amiguetes de los organismos adjudicadores.
La ley de Concursos de la Administración quiso objetivar las adjudicaciones, pero en lo nuestro la parte objetiva, la propuesta económica, es lo menos importante. Así que hemos hecho un pan con unas tortas.
Algunos de estos problemas son fáciles de resolver simplemente mejorando la ley, otros son un poco más complejos, pero no de física cuántica. Por ejemplo, hay muchos métodos en el mercado para evaluar la eficacia potencial de una campaña. Aplíquense para mejorar el uso del presupuesto. Creo que todos estaríamos de acuerdo en que se destinara una parte del mismo a ello con tal de que la eficacia final mejorase.
Campañas Que Echo De Menos
Estoy seguro de que, si a alguien de entre 20 y 55 años, se le pregunta hoy por una campaña oficial que recuerde, una buena proporción no sabría decir ninguna, otros recordarían campañas dispersas de turismo y, sin embargo, las personas más mayores se acordarían sobre todo de las del SIDA (Si Da, No Da y Póntelo, pónselo) de hace más de 35 años. A lo mejor a alguna hasta le salvaron la vida.
Y es que, aparte de seleccionar las campañas más o menos correctamente, creo que se están dejando de hacer campañas muy necesarias. La primera es urgentísima: una gran campaña multimedia de prevención contra las estafas por internet, móvil, etcétera. En los últimos tiempos se han hackeado varias bases de datos masivas de españoles. ¿A qué esperamos para educar a las posibles víctimas de ese robo? Cada día miles de personas, especialmente de la tercera edad, pero también jóvenes atolondrados (conozco varios casos) y acelerados por la presión laboral caen en estas estafas que a veces tienen un fruto pequeño, pero que en otros supone la pérdida de toda una vida de esfuerzo y ahorro. Solo entre 2022 y 2023 se pasó de 374.000 a 472.000 casos conocidos, según datos oficiales. Me parece insólito y vergonzoso que ningún ministerio haya tomado cartas en el asunto a fecha de hoy. Otra urgente campaña, o más que campaña una acción social completa, también tiene que ver con internet. Es imprescindible que los mayores encuentren y conozcan la existencia de puntos de ayuda, presenciales o virtuales, para realizar las gestiones que, con un criterio inhumano, han pasado a poder hacerse exclusivamente online. Hay más de un comercio regentado por personas no digitalizadas que ha cerrado porque no hay otra vía, y a veces porque ni siquiera tienen cobertura. Y mi carta a los reyes terminaría con otra campaña imprescindible: una que nos haga ver de manera objetiva cómo nos estamos beneficiando de la inmigración desde hace años. Y podría añadir algunas más de menor importancia pero que me gustaría ver y oír. Por ejemplo, una acción que nos sensibilice contra el ruido innecesario: ¿Por qué no son eléctricas las sopladoras municipales? ¿Por qué los restaurantes no están decorados limitando la reverberación? ¿Por qué un perro puede estar ladrando un día entero?
Y para rematar esta columna, que podría parecer un homenaje a nuestro añorado gruñón Javier Marías, añado una campaña contra la mala educación al volante. No digo contra las infracciones, digo simplemente contra la mala educación.
David Torrejón, miembro del consejo de AMKT