Page 31 - MUJERES A SEGUIR
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A la pregunta de qué es una editorial independiente pueden darse dos
respuestas, y ambas son válidas. La primera hace referencia a su carácter,
y defiende que son aquellas con un criterio propio que protegen contra
viento y marea, al margen de los dictados del gran público y el mercado.
Otra explicación, mucho más prosaica, es que independiente es todo lo
que no forme parte de un gran grupo editorial. O, más concretamente, de
Penguin Random House y Planeta, los dos gigantes del sector, que en los
últimos años se han hecho más gigantes aún. El proceso de concentración
del sector editorial se intensificó de forma importante en la última década,
convirtiendo a estas dos empresas, a base de fusiones y adquisiciones, en
inmensos conglomerados. Excluyendo el libro técnico y de texto, donde no
están presentes (eso es territorio de Hachette, SM y Santillana), su cuota de
mercado ha pasado, según la consultora Nielsen, del 27,3% de 2008 al 40,4%
de 2016. El dato se refiere a la producción editorial, porque si hablamos
de facturación es mucho mayor (se estima que en torno al 70%) Es, en
cualquier caso, una ración más grande de una tarta más pequeña, porque la
recesión golpeó duramente al sector del libro: el gremio de editores calcula
que perdieron unos 1.000 millones, en torno al 30% de su facturación, en un
periodo de seis años, de 2008 a 2013. Ese año se frenó la caída, y el mercado
empezó a ir hacia arriba, aunque tan lentamente que en los tres ejercicios
posteriores solo se recuperaron 130 de esos 1.000 millones.
En medio de este panorama de contracción en todos los sentidos, y pese
a las voces de los agoreros que anunciaban (prematuramente) la muerte
del formato, surgió hace una década una pléyade de sellos independientes
que se lanzaron, con pocos recursos y muchas ganas, a la aventura de
editar libros. De los de toda la vida, con papel y tinta y alma. Lo hicieron,
además, apostando por autores y temas ignorados por las grandes. Estos
editores son, de alguna forma, los herederos espirituales de los Tusquets, De
Moura, Castellet, Barral o Herralde, los editores que en los sesenta y setenta
sacudieron el mercado editorial…para después acabar siendo absorbidos por
los grandes.
El fenómeno, exclusivo del mercado español, tiene mucho que ver con lo que
pasó en este país a finales de la pasada década. Detrás hay gente, bien del
propio mundillo, bien de los alrededores, apasionados del libro, en definitiva,
que, aprovechando el finiquito, sus ahorros, o un préstamo, decidieron que
si había que buscarse la vida, qué mejor que intentar lo que siempre habían
querido. Y es que, como recuerda Sandra Cendal, de Continta me tienes,
“cuando lo has perdido todo, tienes poco que perder”. Una editorial tampoco
es el negocio más caro de montar. No son necesarias grandes estructuras ni
inversiones: un editor en una habitación con un ordenador y un teléfono, y
ayuda externa para la corrección, la traducción, etcétera, es, en principio,
suficiente. Esa es más o menos la historia del origen de todos.
Por ejemplo, de Impedimenta, que nació en 2007 de la mano de Enrique
Redel y Pilar Adón. “La idea era sacar a la luz los libros que nos interesaban
a nosotros como lectores”, explica Adón. ”Nuestra línea editorial es muy
clara, se basa en rescatar clásicos contemporáneos, obras que se tradujeron
hace unos años y han quedado en el olvido, pero que fueron esenciales para
nosotros porque nos ayudaron a formarnos. También queremos crearlos
descubriendo voces nuevas, que pueden ser autores que escriben en
castellano y no han publicado nunca o que escriben en otro idioma y a los
que nunca se les ha traducido”. Cuando empezaron hace once años, solo
su socio, que es también su pareja, se dedicaba en exclusiva a esto. Ella
mantuvo su anterior trabajo durante un tiempo como red de seguridad, para >>
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