Page 52 - MUJERES A SEGUIR
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# opinión

              Laura Furones



                                                 ¿Amas?           Escocia es un lugar tan bueno como cualquier otro para enloquecer por
                                             Estás loca           amor. Basta con llevar a la persona más allá del límite de lo soportable. Así
                                                                  nos lo relató Walter Scott en una novela a partir de la cual escribiría Gaetano
                                                                  Donizetti su ópera Lucia di Lammermoor, una de las cimas del repertorio
                                                                  romántico italiano.

                                                                  La receta es tan simple como efectiva. Solo precisa esos dos ingredientes
                                                                  (eso sí, en dosis ilimitadas): amor y locura. Lucia ama a Edgardo, pero,
                                                                  creyendo que este la ha traicionado, accede a un matrimonio concertado
                                                                  con un rico noble. Para cuando ella descubre que la traición no es tal, está
                                                                  casada con un hombre que le es indiferente y condenada al desprecio de su
                                                                  amado. El golpe emocional la abruma hasta tal punto que pierde la cordura.

                                                                  Que una historia tan aparentemente trasnochada nos siga conmoviendo
                                                                  tiene, desde luego, mucho que ver con una música arrolladora que toca
                                                                  sin remordimientos nuestras fibras más sensibles. Donizetti compone para
                                                                  conmover, y lo logra con creces. Pero, sin duda, otra de las claves de su
                                                                  éxito es la fascinación que sentimos por el amor romántico. Lejos de haber
                                                                  quedado anclado en una práctica del siglo XIX, continúa profundamente
                                                                  arraigado en nuestra cultura, avivando nuestras esperanzas y exacerbando
                                                                  nuestras decepciones. Exclusivo, predestinado, incondicional, dependiente,
                                                                  para toda la vida, capaz de sobreponerse a cualquier tipo de golpe; así es el
                                                                  amor romántico, el que imagina la cándida Lucia y al que siguen aspirando
                                                                  tantos adolescentes de hoy (y buena parte de los adultos). Y es que aún
                                                                  reina allá donde miremos: en películas, novelas, conversaciones de bar y
                                                                  confidencias nocturnas. Con unas expectativas tan apabullantes, no debe
                                                                  sorprender que el resultado sea a menudo una catástrofe de dimensiones
                                                                  bíblicas. La fantasía infantil de un amor impecable no es más que una cárcel,
                                                                  una quimera tan inaccesible que, por muy bien que se dé, está condenada
                                                                  al  fracaso. No  en vano, si algo define un amor  real  es precisamente  su
                                                                  imperfección.

                                                                  Pero Lucia tiene razones poderosas para vivir encerrada en una utopía. Para
                                                                  ella, el amor de Edgardo no es más que una válvula de escape, un intento
                                                                  de evadirse de un ambiente opresivo y machista. Está completamente sola y
                                                                  anhela una vida diferente a la que le ha tocado. Ha perdido a sus padres y se
                                                                  sabe destinada a ser moneda de cambio, criatura sacrificial, mujer vendida
                                                                  por su hermano para tratar de salvar la herencia de sus ancestros. No tiene
                                                                  derecho a opinar, ni a sentir, ni a vivir como le plazca. Edgardo (o lo que él
                                                                  representa) constituye su único refugio, un espacio donde saberse amada y
                                                                  libre. Es ahí donde puede ser ella misma sin pudor. El problema es que lo
                                                                  que ansía no existe más allá de sus sueños.

                                                                  La historia de esta mujer esconde al menos dos tragedias, una escrita y
                                                                  otra entre líneas. La primera es que muere sin saber que Edgardo aún la
                                                                  ama, y por tanto, el corazón que deja de latir en su interior es un corazón
                                                                  roto. La segunda es que muere convencida de que, sin él, la vida no tiene
                                                                  sentido. Y, paradójicamente, es ese carácter casi divino con que ha revestido
                                                                  su percepción del amor el que hubiera hecho muy difícil su supervivencia.
                 Foto: Javier del Real / Teatro Real              todo. Si hubiera sido consciente de ello, la vida, su vida, habría podido seguir
                                                                  Lucia muere amando, sí, pero sin haber aprendido que el amor no lo puede
                                                                  adelante. #

                                                                  [‘Lucia di Lammermoor’ se representa en el Teatro Real hasta el 13 de julio.
                                                                  Laura Furones es directora de Publicaciones,  Actividades Culturales y



      52                                                          Formación del Real]
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