El lunes llegué a Cannes, pero el lunes fue un día raro. Cerrar presentaciones, presentar. No llegamos al festival hasta las 19:30. Acreditarnos y paseo. A primera vista, ves el esfuerzo de las marcas por estar. Estar a lo grande. Google tiene una zona de playa, Microsoft otra, Samsung un yate, Netflix una azotea, Amazon un espacio junto a Le Palais. Spotify tiene un escenario en la playa donde han tocado ya Arcade Fire y Justice, entre otros. Y después de tres días con sus noches cruzándome con todo ese despliegue, ha cristalizado en mi cabeza una pregunta que ha tardado en formarse entre tanto led y tanto ruido.

¿Dónde está Apple?
Apple sigue siendo la marca más valiosa del mundo.
Es la referencia cada vez que queremos explicarle a un cliente cómo se hacen bien las cosas.
Cannes se ha transformado en un lugar para celebrar y celebrar el trabajo, para conectar y formarse. Pero, sobre todo, Cannes se ha convertido en un espacio publicitario donde todo el mundo intenta ganarse a todo el mundo. Elon Musk en persona ha venido a hablarnos del futuro inmediato y de paso nos ha vendido X como plataforma de segmentación perfecta.
¿Por qué no ha venido Apple?
Esta primera pregunta me ha llevado a otras preguntas en medio de tanta hiperactividad comercial y tanta sobreexposición.
¿Por qué hacemos lo que hacemos?
¿Por qué no dejamos de hacerlo?
Obviamente, no quiero decir que tengamos que levantar las manos del teclado y parar máquinas, ni dejar de juntarnos para ver y para vernos.
Y supongo que la respuesta más sencilla es: porque no somos Apple.
Pero ¿qué ha hecho Apple para ser Apple?
En un encuentro donde se viene a aprender, quizá nos toque pensar y aprender también de quien no está.