
“Ojalá vivas tiempos interesantes”. Así reza la vieja bendición china que bien podría haber sido escrita para nuestro oficio y sector. Durante cuarenta y cinco años, ‘Anuncios’ ha sido testigo y notario de una industria luminosa y turbulenta a la par, espejo de sus excesos y de sus virtudes. Enhorabuena por ello a todo ese extraordinario equipo que, en cada etapa, lo ha hecho posible.
Hoy, curiosamente, cuarenta y cinco semanas después de la publicación del anuncio de la fusión global entre Omnicom e IPG en el Wall Street Journal, vuelvo a una intuición que ha guiado mi pensamiento a lo largo de este año 2025: no hay camino sin fricción; el obstáculo es la ruta. Porque sin fricción no hay movimiento, y sin resistencia, no hay impulso. Es la ley que gobierna tanto la física como la vida. La energía no se libera en la quietud, sino en el roce, en la tensión que obliga a ajustar, a afinar, a transformarse. Así ocurre en los equipos, en las empresas, y también en los individuos. Desde esa mirada, todo el equipo de IPG Mediabrands España sentimos que estamos a punto de culminar, en el 2025, uno de los años más interesantes y fecundos de nuestra trayectoria personal y profesional.
Nuestro Premio Nobel, Camilo José Cela, defendió que el que resiste gana. Porque resistir no es detenerse, es permanecer en movimiento cuando el entorno se transforma. Implica sostener el pulso, conservar la dirección sin ceder al dramatismo o a la euforia. En la naturaleza, todo lo que se mantiene vivo lo hace porque evoluciona. La roca resiste al viento, al agua, al calor… En la empresa sucede igual. No se trata de obstinación, sino de convicción, de seguir creyendo, creando, logrando; de que no se detenga la música bien afinada. En IPG hemos comprobado que es en la fricción diaria, en las tensiones inevitables del camino, donde la victoria no se alcanza a pesar de las dificultades, sino gracias a ellas; no cruzando líneas rojas, sino en la dignidad de persistir.
No hablo de un optimismo decorativo, me refiero a una forma de fortaleza que consiste en ver las cosas como son, en pasar a la acción para hacer lo que debe hacerse y en tener voluntad para perseverar cuando el terreno se vuelve irregular. Como el emperador Marco Aurelio dejó escrito en sus Meditaciones: “La acción que se ve obstaculizada avanza; lo que se interpone en el camino se convierte en el camino”. En esa tensión entre la fuerza que empuja y la materia que resiste, nace el progreso. Y en estos cuarenta y cinco años -y cuarenta y cinco semanas-, si algo podemos afirmar con certeza es que hemos sido testigos de una transformación radical en nuestro sector y en nuestra forma de trabajar.
Eso nos ha llevado a centrarnos en aquello que depende de nosotros: los clientes, las personas, la mejora de las soluciones, las operaciones... El resultado no se mide en una cifra, aunque hayamos logrado las mejores de nuestra historia, se mide en una energía organizativa que se siente en cada conversación, en cada entrega, en cada decisión que se toma, en cada encuentro. A esto se le añade un crecimiento sostenido y rentable, una reputación fortalecida, el desarrollo pleno de cada profesional y una cultura de ejecución que nos aporta confianza para encarar el futuro… pase lo que pase.
He aprendido que las malas empresas se desgastan en la fricción, las buenas la soportan y las que alcanzan la excelencia, la aprovechan. En nuestro caso, aprovecharla ha significado elevar el listón del producto por medio de soluciones convergentes que integran datos, tecnología, contenido y Ecommerce bajo una misma partitura estratégica. Hemos tratado de sofisticar y perfeccionar la ejecución para que la creatividad no se oriente solo a cuestiones emocionales, sino que se convierta en un pilar capaz de generar negocio para los clientes.
Mientras tanto, la cultura de nuestra empresa ha mostrado una solidez y un desarrollo que ha rozado la excelencia. Ejemplo de ello es el grupo de más de quinientas almas alineadas y coordinadas en cada proyecto, el reconocimiento de Great Place To Work en el máximo estándar, una NPS interna cercana a los cincuenta puntos, una rotación voluntaria muy baja y, sobre todo, un equipo directivo ejemplar que lidera desde el servicio y la responsabilidad. En suma, una cultura cohesionada que convierte la fricción en tracción. Porque la unidad no es la ausencia de tensiones, es la capacidad de orientarlas hacia un propósito común.
“PREGUNTAS QUE ME ACOMPAÑAN CADA DÍA, Y QUE DEJO AQUÍ COMO INVITACIÓN A UNA REFLEXIÓN COMPARTIDA:”
— ¿Somos dignos de los tiempos que nos tocan vivir?
— ¿Sabemos discernir entre lo que depende de nosotros y lo que debemos aceptar con serenidad?
— ¿Elevamos la compasión al mismo nivel que la competencia?
— ¿Encontramos energía en la resistencia o refugio en la queja?
— ¿Tenemos el coraje de servir cuando sería más fácil sobresalir?
Si la respuesta es sí, seguiremos siendo una industria interesante en el mejor sentido: una industria exigente, valiente y humana. Porque las cifras pasan, las modas se extinguen, las siglas desaparecen y los organigramas mutan, pero lo que permanece es aquello en lo que nos vamos convirtiendo al caminar. Ahí, justamente ahí empieza la prosperidad. No pese a la fricción, sino gracias a ella.
“Sé digno de ello”, me repito con frecuencia. Digno del puesto, de la confianza del cliente, del talento del equipo y del tiempo que nos toca vivir. Desde fuera, alguien podría pensar que prospera quien más ruido hace. La experiencia enseña lo contrario. En un mundo de estridencias, la serenidad es una forma de fuerza. Saber discernir entre el ego y el servicio, entre lo urgente y lo importante, entre lo que depende de uno y lo que conviene aceptar, han sido los fundamentos en los que nos hemos apoyado durante estas cuarenta y cinco semanas. Y durante este tiempo he tenido claro, con los estoicos, la importancia de resistir y transformarse desde dentro. A esto se le une otra filosofía de vida que coloca la compasión en el centro, enseñando a servir. No cabe duda de que resistir es admirable, pero desde mi posición, he aprendido que servir es definitivo. Cuando una organización une cabeza fría y corazón generoso, la fricción deja de desgastar y empieza a pulir.
Por eso, más que celebrar hitos, prefiero agradecer hábitos: el de preparar mejor las respuestas que las excusas; el de interrogar el método antes que reclamar el mérito; el de recordar que los datos orientan, pero no dictan; el de celebrar los casos que funcionan porque están pensados con el cliente, para el cliente y al servicio del cliente; el de corregir en privado y felicitar en público; el de agradecer —a todos y por todo— el privilegio de vivir tiempos tan interesantes. Esa es, creo, la verdadera contemporaneidad: la de integrar, simplificar, ejecutar; tratando de hacer fácil lo difícil y hacerlo con elegancia y humanidad.
Quedan, naturalmente, preguntas abiertas:
- ¿Seremos capaces de integrar lo mejor de ambos mundos sin perder el alma por el camino?
- ¿Cómo liderar cuando el cambio deja de ser una excepción y se convierte en el estado natural de las cosas?
- ¿Sabremos mantener la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos cuando la velocidad del entorno desafíe nuestras convicciones?
- ¿Pondremos el talento y la experiencia al servicio del propósito común o volveremos a las trincheras del ego?
El tiempo responderá, pero mientras tanto, prefiero sostener una convicción serena -y exigente-: que ocurra lo que ocurra, lo esencial es que nos encuentre trabajando bien, unidos y con propósito.
Tras más de tres décadas en este oficio, siete países vividos, miles de personas conocidas y cientos de clientes a los que debo tanto, solo aspiro a dejar una huella que se mida en honorabilidad, en servicio y en humanidad. La grandeza, más que en el tamaño de las cifras, está en la verdad de las intenciones.
Duc in altum. Rememos mar adentro, con fe, con propósito y con la serenidad que da el trabajo bien hecho. Con la legitimidad que nace de los resultados, con la confianza de quienes han aprendido a convertir la experiencia en impulso y la incertidumbre en oportunidad para todos.
La publicidad seguirá siendo relevante mientras recuerde su razón de ser sin tergiversarla: la de conectar verdades humanas con soluciones útiles. En eso, Anuncios ha sido durante cuarenta y cinco años más que un medio. Ha sido memoria, espejo y termómetro de un oficio que no deja de transformarse. Brindo por su historia y por su fidelidad a su propósito.
Gracias, Anuncios, y enhorabuena por estos primeros cuarenta y cinco años, de parte de toda la familia de IPG Mediabrands.





