
Es la última vez que hago algo así. Madre mía. No tengo control. ¿A quién se le ocurre meterse un puto tripi cuando sabe que tiene que coger el coche para volver a casa? ¡A quién! A mí, claro que sí, a mí. Al gilipollas de Matías.
No sé frenar. Salgo a tomar una copa, y acabo saliendo como si fuera el fin del mundo. ¿En qué cojones estaba pensando? En nada, está claro que en nada. Qué voy a pensar yo, si parezco subnormal. ¿Qué gano con esto? Vale, sí. Me he liado con María, pero seguro que podría haberlo hecho sin beberme todo, fumarme todo y meterme de todo. O no. En realidad soy muy tímido cuando estoy sobrio.
Joder, Matías, que ya tienes una edad. Que lo hicieras en la universidad vale, incluso ahora, de vez en cuando, cualquiera se puede pegar una fiesta destroyer, pero es que tú lo haces cada vez que sales, cabrón.
No sé, lo llevaré en los genes. Aunque la verdad, no me imagino a mis padres saliendo quince horas seguidas. Bueno, mi madre ni de coña. Con dos vasos de vino ya va pedo. Pero mi padre es otra cosa, yo creo que cuando era joven se pegaba sus buenas fiestas. Aunque, claro, en aquella época las cosas eran muy diferentes. De aquella, me imagino que bebías, quizá fumabas algún porrito y, más tarde, empezó a saco la heroína, pero poco más. Cosas como el LSD y la cocaína eran muy americanas. Y aquí todavía eran muy españoles. Ahora, en cambio, consigues de todo en cualquier lugar y todo dios se pone hasta arriba de lo que quiera. Y lo peor de todo es que yo no sé decir que no.
Como me pare la policía y me haga un control, flipa. Me van a parar, seguro que me paran. Soy lo peor. Me lo merezco. No. Para. Deja de pensar así. Venga. Tranquilo. Céntrate en la carretera. Despacito. Sin correr. Vas bien, Matías. Vas bien. Solo te quedan cinco kilómetros. Además, los efectos del tripi ya se han pasado y, aunque estás cansado, puedes prestar atención al coche y la carretera. Tú puedes, Matías.
Cálmate. Cálmate. Cálmate. Respira. Deja de pensar en todo lo que hiciste anoche. Olvídalo todo. Olvida el alcohol, olvida a María, olvida el tripi. Tú concéntrate en llegar bien a casa.
Y sobre todo, ignora por completo al mono con la ballesta que llevas en el asiento del copiloto.