
Vivimos tiempos en los que las noticias se convierten en verdaderas no porque lo sean, sino porque mucha gente cree que lo son. El filtro de veracidad que suponía el medio de comunicación está desapareciendo: los políticos o los grupos de presión ya no necesitan a los medios para contar SU verdad. Las redes sociales con su segmentación ideológica se han convertido en altavoces de mentiras que nadie verifica ni contrasta.
En una época en la que la verdad no vale nada, The New York Times decide lanzar una campaña rescatando el valor de la verdad y decide hacerlo prestigiando el oficio del periodismo.
Se trata de diferentes spots en los que se cuenta cómo periodistas de investigación del periódico lograron descubrir la verdad en tres casos reales que fueron publicados en el NYT y dieron la vuelta al mundo. Cada spot va narrando el proceso que llevó al descubrimiento de los hechos, reflejando el tortuoso camino periodístico que requiere la verdad. Y esta narración es absolutamente magistral: el anuncio va dando al espectador piezas de información de sobre los descubrimientos, las dudas, las equivocaciones, las comprobaciones, el tiempo y el esfuerzo que los periodistas pusieron en la investigación para encontrar la verdad. Cada spot engancha desde el principio y sólo al final el espectador descubre que esas piezas del puzzle, esas palabras aparentemente inconexas, acabaron formando el titular real que salió publicado en el periódico.
The truth is worth it es un concepto maravilloso por sencillo, por rotundo y por inapelable, pero está envuelto en una de las ejecuciones más brillantes que he visto en los últimos años. Es tan maravillosa que es difícil imaginar otro texto, otra dirección de arte, otra realización u otra mezcla de sonido, y es tan perfecta que no es difícil imaginar que gane leones en varias categorías de Craft.
Pero la campaña no es sólo una ejecución brillante, es una apuesta estratégica increíblemente inteligente, porque lo que parece una campaña de imagen, es en realidad una campaña absolutamente comercial. Se crea en el espectador la necesidad de comprometerse y dar apoyo a la verdad y al periodismo mediante la suscripción al periódico. Después de ver esta campaña, uno no se convierte en suscriptor del New York Times, se convierte en un activista de la verdad. Dan ganas de subscribirse al periódico, aunque uno no vaya a leerlo.
En mi opinión, es una de las campañas más brillantes y completas que he visto en los últimos años. Cautivará irremediablemente a los jurados, porque además de prestigiar la profesión periodística, prestigia la profesión publicitaria.