Hasta que nos cambien el calendario, si es que finalmente lo hacen, agosto será el mes vacacional por antonomasia. Y puede que también uno de los mejores momentos del año para conocer cuáles son los destinos preferidos de los publicitarios —y para enviar un soplo inspiración a los rezagados que todavía no hayan reservado sus vacaciones—. Anuncios ha contactado con cinco creativos que comparten sus lugares favoritos en las siguientes líneas.

Irene Vidal, directora creativa en Wunderman Thompson
En mis últimos veranos viajo a la frontera entre los que aman y odian Benidorm. Es un salto desde Calp, campo base, y un día o dos, buscamos una excusa para hacer equilibrismos sobre esa línea invisible. Una paradoja maravillosa que concentra la esencia de la antigua villa de pescadores y los delirios del imperio turístico. La urbe democrática y la desproporción. La playa perfecta y las carreras de scooters de la tercera edad. Unión de vascos, madrileños, británicos, foráneos, domingueros, culturetas, faranduleros. ¡Arriba y abajo los Estados Unidos de Benidorm! Destino ideal de los estados contradictorios de mi verano.

Blanca Gómara, directora creativa ejecutiva en Dimensión
El libro y el mar
Yo soy de playa. No me imagino un verano sin tener el mar cerca. Lo mío no es culto al moreno o al chiringuito, sino al mar. Cada vez que me baño en verano, que nado, buceo, me zambullo y miro la orilla desde al agua, doy gracias a mis dioses laicos por ese momento.
Por no apetecerme, ni siquiera me apetece conocer lugares nuevos en verano, si no existe la posibilidad de tener un mar cerca. Y tampoco soy de piscina. Me aburre. Y acepto esa agua ‘domesticada’, si realmente, no me queda otra.
Tengo otro lugar favorito de vacaciones: un buen libro. Que, por cierto, se parece mucho al mar. Porque en un libro también te zambulles y buceas. Y también, cuando nadas entre palabras, personajes, historias o épocas, algunos se muestran cristalinos y otros, tan oscuros y fríos como un océano.
El mar y un libro. Esos son los dos lugares donde siempre iría de vacaciones. Y lo bueno es que no hay que elegir entre ellos.

Alicia Sánchez, supervisora creativa en After Valencia
Siempre que me dicen que elija un color, un animal… Ni de coña, no soy de esas. No puedo elegir solo uno. Pues con los destinos vacacionales me pasa lo mismo.
Pero sin duda ese destino estaría en el Mediterráneo. El Mediterráneo de la Costa Brava, de Castellón (sí, de Castellón), de la Costa Blanca y de Almería. El Mediterráneo de Baleares con todas sus islas. El Mediterráneo de Italia y su comida italiani. Mmmmm.
Ese Mediterráneo de agua turquesa en calma. Con olor a pino y a sal. Y que siempre tiene un rinconcito sin gente para ti.

Javi Barreiro, director creativo en VCCP Spain
Galicia
Es difícil para un gallego no elegir Galicia como destino preferido de vacaciones, ¡será por lo de la morriña! Tampoco es casualidad que la tierra de las meigas se ponga más de moda cada año que pasa ya que, gracias al cambio climático, dormir tapaditos en Galicia es un sueño hecho realidad.
Me quedo con las Rías Baixas y su microclima. Desde Finisterre hasta Baiona se encuentra una sucesión, casi ininterrumpida, de playas de arena blanca con espacio de sobra para poner la toalla sin tener que enterarse de que tienes más gente alrededor.
Y tras la puesta de sol más tardía y bonita de la península, llega la hora de despedir el día en el chiringuito con una buena cerveza y una sudadera gordita con capucha.

Emilio Valverde, director creativo ejecutivo en Serviceplan
Hay lugares en los que siempre es verano. Puede que el termómetro marque 8 grados, o, incluso, bajo cero, pero tu interior, tu espíritu, y las ganas de tomarte una caña en el chiringuito, te dicen que es verano. Uno no se pone protector solar en los brazos por no manchar el jersey, pero, sin duda, es lo que te pide cuerpo.
Eso es lo que me ocurre a mí en la Comunitat Valenciana, adonde fui por primera vez, con cuatro o cinco años, desde mi pequeño pueblo de la Manchuela Conquense. Mis padres nos llevaron a un camping en Oropesa del Mar (Castellón) y, para mí, aquello de estar todo el día medio en pelotas, descalzo, libre, durmiendo y comiendo como los indios, me resultó la cosa más reaccionaria e insurgente del mundo. Aquella sensación de liberación, de desenvoltura, se quedó para siempre conmigo y, cada vez que voy a algún destino de la Comunitat, independientemente de la estación del año en que me encuentre, la vuelvo a experimentar.
Por eso he escogido esta foto hecha a finales de noviembre, en un rodaje en Benidorm. Porque, aunque soplaba un viento helado, los chiringuitos estaban cerrados, y se nos hizo de noche a las 6 de la tarde, aquel indio de cuatro o cinco años, que sigue viviendo dentro de mí, me decía que era verano.