La torrencial propagación a través de diferentes canales, incluida la publicidad, de unos cánones determinados de belleza, básicamente femenina, es objeto de debate y preocupación diversos ámbitos sociales desde ya algunos años. Se trata desde luego de un problema complejo, con muchas facetas y no menos aristas, pero el caso es que no parece aventurado afirmar que se está creando un ambiente social en el que el logro de un cierto nivel estético parece un requisito casi imprescindible para desenvolverse con éxito tanto en el marco social o de relaciones como laboral. La proliferación de las intervenciones médicas estéticas (cuestión en la que también influye, no se olvide, sus relativamente asequibles precios y sus riesgos decrecientes) y la cada vez más temprana edad a la que algunas personas se someten a ellas son un índice claro de ese interés por aparecer bello o gustable según los modelos comúnmente aceptados. Y, de nuevo, ésta es una cuestión que por el momento concierne mayoritariamente a la población femenina.
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