Detrás del nombre de Octavo se recoge una acción cuyo objetivo pasa por proteger obras gastronómicas como creaciones artísticas. Leo Burnett y Piel Creative Studio, la nueva compañía de Juan García-Escudero y Jesús Lada, se han embarcado en un proyecto que busca elevar la gastronomía a través de la protección. En su opinión, “la alta cocina es emoción, narración y creatividad”. Y, precisamente por ello, sitúan sobre la mesa un nuevo debate cultural: “¿Puede la gastronomía ser reconocida como una forma de arte protegida legalmente, al mismo nivel que la pintura, la escultura o la música?”.

En colaboración con la productora Attic Films y con el realizador César Conti, esta acción ha convertido siete icónicos platos del chef Quique Dacosta en representaciones artísticas a través de las siete disciplinas tradicionales: arquitectura, música, danza, pintura, escultura, literatura y cine. El resultado de este proyecto es el que se presenta como “el primer menú protegido por derechos de autor como obra artística”.
De acuerdo con la información que se publica en una nota de prensa, en el origen de esta iniciativa se encuentran tanto el propio Quique Dacosta como Rafa Endeiza, productor ejecutivo de Attic Films, quienes venían reflexionando sobre cómo defender la autoría de los grandes chefs. Para conseguirlo, el equipo de Leo Burnett retomó una idea gestada años atrás junto a Juan García-Escudero para Madrid Fusión, y con el impulso del texto ganador del Premio Rodrigo Uría Meruéndano de Derecho del Arte “Tournez-moi le dos!”, de Pablo Muruaga, encontraron el respaldo legal e intelectual para darle forma.
En palabras de Juan Frías, director creativo ejecutivo y head of art de Leo Burnett, “los ingredientes, cantidades y procesos de elaboración de cada receta se han integrado en cada obra de forma creativa para que pasen el filtro del registro legal y que la receta, en su totalidad, esté protegida como cualquier otra disciplina artística”.
Estas ideas son completadas por Dani Sáenz, director creativo ejecutivo de Leo Burnett, quien añade que “Octavo no solo abre el debate sobre la consideración de la gastronomía como el octavo arte, sino que también evidencia la falta de protección legal que enfrentan los cocineros en su proceso creativo. Hoy en día, las creaciones culinarias pueden ser copiadas sin consecuencias legales, lo que deja sin defensa al verdadero autor”.