Empecé mi vida profesional siendo un pésimo ejecutivo de cuentas. Las urgencias de los clientes me resultaban relativas, y delante de una tabla de Excel me aburría soberanamente. Mi atención al detalle tampoco era muy allá: recuerdo una vez en la que teníamos que hacer un stand para un cliente y tuve cuatro o cinco idas y venidas armando la propuesta, poniendo a prueba la paciencia de mi jefa de...
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