
Se me ha roto la cabeza y también un poco los esquemas en solo seis días. Seis días en una habitación con nueve personas de diferentes partes del mundo encajando y construyendo un palmarés que hoy ya es historia. Marcando una dirección en una categoría que poco tiene que ver con lo que fue (en este mundo tan líquido y social ¿qué no es direct? ¿qué es truly direct y qué es truly PR?), lanzando un mensaje para una industria más bien cuestionada. Seis días intentando ser justos, libres, valientes, diversos, globales, empáticos, democráticos, dialogantes, sólidos y responsables de todas y cada una de las piezas que proyectamos. Seis días con sus noches. Noches en las que te metes en la cama y piensas si no se estará quedando algo fuera, si no estarás siendo muy dura con algo, si estás entendiendo bien todos los contextos culturales y el poder de cambio de esos trabajos en esos lugares del mundo, si estás defendiendo bien tus principios, si no podrías haber tensado más la cuerda con esa pieza de tu país que empujaste fuerte y no pudo ser, si de verdad estás dejando a un lado tus prejuicios, si es ese el camino al que te gustaría apuntar. Seis días que en realidad empezaron hace unos meses y terminaron el lunes en una sala del Palais pasada la media noche con un gran premio [Google Home of the Whopper, de David Miami para Burger King]. Un gran premio que dividió al grupo en dos: la razón y el corazón. Un gran premio que tuvo que sobrevivir a seis rondas de votación y del que me siento tremendamente orgullosa: un gran anunciante, valiente y bravo, rompiendo todos los esquemas sobre lo que es y no es el marketing directo hoy en día, sobre las relaciones agencia-anunciante o sobre el uso de la tecnología, entre otras cosas.
El jurado de Direct |