Miércoles, 20 de febrero de 2021, 17:30 horas. Hace unas horas que se nos ha ido Julián Bravo. Aquí estamos, llorándole.
En su marcha, con el corazón encogido, se me hace más que arduo tratar de hilar unas palabras sobre Julián que no sean sólo las muy sentidas de la devoción y el más absoluto agradecimiento. ¡Qué ausencia la de esta persona tan cercana, tan presente, en mi caso, a lo largo de más de cinco décadas de mi vida! Desde aquellos primeros tiempos de la Escuela Oficial de Publicidad de Madrid, luego en JWT, trabajando bajo sus órdenes directas, y después, hasta hoy, en un contacto frecuente y siempre cálido que incluye a Elvira y a sus hijas e hijos. Todo esto se amontona y tiene un impacto difícil de asimilar.
Julián fue para mí una mezcla única de padre tolerante, maestro sabio y compañero mayor y mejor pertrechado, mezcla que no admite ser dividida en porcentajes, de lo muy ensamblados que se dieron esos papeles en la misma persona. Sin fisuras. Me cuesta trabajo pensar en acontecimientos relevantes de mi paso por la profesión -relevantes para mí-, primero a su lado y más tarde bajo otros techos incluido el propio, en los que Julián no haya estado cercano de un modo u otro: Aconsejando, animando, inspirando y hasta participando directamente en iniciativas que me incluían.
Queda su legado. Sin quitar méritos a nadie, considero que nadie ha tirado tanto de la profesión hacia arriba como lo hizo él. Con tanta inteligencia  y tanta grandeza de miras. Con tanta afabilidad y con tanto tesón. Con tanta ambición y tanta generosidad. En tantos frentes y durante tanto tiempo. Julián quería que la publicidad fuera de verdad una ciencia y un arte, las dos cosas y una sola, y que se ganara en buena lid el privilegio de ser respetable y respetada. Si alguien lo conseguía era él.
Queda su recuerdo. Queda su magisterio y la memoria de los progresos que se registraron en todo lo que emprendió en la empresa y en las instituciones. 
Quedan los suyos, su estupenda familia. Quedan sus muchos y agradecidos amigos, que siempre reconocerán en él su generosidad, su defensa del oficio y de las buenas prácticas, su condición de persona de obligada referencia a la hora de historiar lo mejor de la publicidad y de la profesión publicitaria de este país.
Ni el paso del tiempo me va a permitir hablar de Julián sin emocionarme. Descanse en paz.