Es autor de las novelas Los lobos no piden perdón y La Congregación, también de los ensayos Knowcosters, cuando lowcost es el mal y Target, manual de instrucciones. Pero para Miguel Conde, director estratégico y creativo de BAP&Conde, su nuevo libro tiene una clara diferencia. “Posiblemente Palabras malditas sea mi novela más frenética. Es una historia compleja, pero no complicada, y generosa en la trama y en los personajes. Quizás, lo más diferente respecto a las dos anteriores es que en esta novela muestro mis primeras protagonistas femeninas y eso fue un gran desafío para mí. No quería que fuesen una adición acartonada de reglas socialmente aceptadas. Ellas debían ser de verdad y, a la vista de los comentarios de muchas lectoras, creo que lo he conseguido”.
Anuncios.— ¿Qué le ha inspirado para desarrollar esta historia? ¿Por qué una vez más una trama de misterios y asesinatos?
Miguel Conde.— Sin duda, hay dos imágenes que definitivamente inspiran la historia que cuenta Palabrasmalditas: por un lado, las redes sociales, amplificando el daño que pueden hacer a una víctima estigmatizándola y, por otro, el mundo del tatuaje y sus diferentes dimensiones, estética, cultural, definidor de personalidad, marca para toda la vida, mundo misterioso por un lado y completamente visible y trasparente por otro. Posiblemente acudo a las historias de misterio y asesinatos porque me escandaliza el abuso, la manipulación, la mentira, el desprecio a los demás y la ambición de poder desmedida y más aún si se presenta disfrazada de buenas intenciones. En nombre de las buenas intenciones se han cometido los mayores crímenes de la humanidad. Por otra parte, creo que las historias criminales tienen características idóneas para reflexionar junto con el lector. Por un lado, una trama entretenida hace más amable las miradas sociales, las reflexiones filosóficas sobre la vida y su sentido. Por otra, al asomarse a lo peor de la condición humana se activan los mecanismos de defensa y surge un pacto entre lector y escritor: “Juntos vamos a coger a ese cabrón”.
A.— ¿Qué parte de su profesión ha volcado en esta publicación, si es que hay algo de su vida laboral en ella?
M.C.— Mis novelas siempre tienen un telón social de fondo, un trasfondo lleno de verdades. Aunque como dice una cita que adjudican al famoso productor de cine Robert Evans y que incluyo en esta novela, toda historia tiene tres caras: la mía, la tuya y la verdad. Y nadie miente.
A.— Su afición a la escritura, ¿es una manera de evadirse de la profesión o es un complemento?
M.C.— Creo que todos somos dos, como mínimo. Yo he tenido la fortuna de desarrollar mi faceta creativa como creativo publicitario y como escritor. Digamos que es un pluriempleo. Nunca sería una evasión porque mi profesión de publicista me entusiasma. Pero ahora también soy un escritor profesional y eso hace que te organices para rendir dos veces. Si no hubiese sido así, hubiese sido psiquiatra y agricultor, o carpintero y profesor universitario … quién sabe.
A.— La publicidad es una forma de contar historias.¿Qué satisfacciones le otorga la escrituraque quizá no consigue con la publicidad?
M.C.— Ambas tienen en común la materia prima: la imaginación. Tanto para crear como para una campaña como para fabular una historia hace falta imaginación. Pero en la publicidad lo que está en el centro es el producto y, por lo tanto, la historia es vicaria de unos objetivos comerciales, lo que convierte la creación en más compleja si cabe. La escritura es libre en ese aspecto, aunque siempre te debes a alguien, en este caso al lector. Pero es cierto que la publicidad me ha entrenado para la síntesis y la capacidad de crear y jugar con arte, tipos y definirlos en pocos trazos. Me siento cómodo en contextos con frases cortas y textos más magros. ¿Satisfacciones? Quizás ver el reconocimiento estable que tiene tu trabajo. La publicidad es efímera y eso tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.
A.— Juan Gómez-Jurado le acompañó en la presentación de su libro en Madrid. ¿Qué relación tienen? ¿Le da consejos o le ha inspirado alguna obra?
M.C.— Es un amigo al que admiro desde hace muchos años y que ha marcado a toda una generación de escritores españoles, entre los que podría incluirme. Él, siendo un sabio -que lo es- y pudiendo escribir como le diese la gana -que podría-, es capaz de narrar con una ligereza que hace que su público lo adore. Y eso es fascinante.
A.— ¿Está ya pensando en su nuevo libro?
M.C.— Por supuesto. Al ser pluriempleado tengo que planificarme con mucho tiempo para poder tener una periodicidad como la que tengo, un libro cada dos años. Además, estar en la editorial Penguin Random House te presiona y hace que intentes estar a la altura de tus compañeros de editorial. Y eso no es fácil.
