La publicidad de las décadas de los Ochenta y Noventa asignaba roles estereotipados a las mujeres según el producto promocionado. En algunos casos, eran vistas como usuarias principales, mientras que en otros se las cosificaba como reclamos para el público masculino. Esta práctica se reflejaba en la configuración de equipos en las agencias, donde la presencia y la capacidad de decisión de las mujeres variaban según la naturaleza del producto anunciado.
Estos anuncios perpetuaban estereotipos dañinos y contribuían a la cosificación y normalización de la desigualdad de género en la sociedad. Al presentar a las mujeres como meros objetos de deseo, se perpetuaba la idea de que su valía estaba determinada por su apariencia física y su capacidad para seducir, en lugar de sus logros, habilidades y contribuciones reales.
A pesar de los avances en la conciencia de género y la representación femenina en la publicidad moderna, aún queda trabajo por hacer para erradicar por completo estas prácticas sexistas. Es fundamental que los creativos, directivos de la industria publicitaria, agencias y anunciantes reconozcamos el impacto que la comunicación tiene en la perpetuación de estereotipos y nos comprometamos a crear anuncios que reflejen la diversidad, la igualdad y el respeto hacia todas las personas.
Solo asumiendo esta responsabilidad y reflejando una sociedad equitativa en sus mensajes podremos construir una sociedad más inclusiva y justa para las generaciones futuras. La publicidad debe ser un reflejo de la diversidad, siendo un elemento fundamental de comunicación para promover valores de igualdad y respeto en lugar de perpetuar estereotipos de género obsoletos.