Se ha convertido en todo un fenómeno viral. Nadie ha permanecido ajeno a esta nueva tendencia que se ha expandido como la pólvora en apenas unos días. ¿Quién no ha recibido o mandado por WhatsApp una foto de su familia o de su grupo de amigos al estilo de estas famosas animaciones japonesas? ¿O quién no ha tenido la curiosidad de trastear con el nuevo modelo de generación de imágenes y con calidad impresionante de ChatGPT para después colgar su resultado en su cuenta de Instagram? La emoción del primer momento ha dado paso a la preocupación por el negativo impacto que el uso de la inteligencia artificial para dar vida a fotos inspiradas en el estilo concebido por Hayao Miyazaki en la década de los 80 está provocando al medio ambiente. Desde que la IA ha llegado a la vida del consumidor un tema planea sobre su uso: ¿es realmente sostenible? El consumo de agua necesario para entrenar y operar los modelos de inteligencia artificial (IA) y, en concreto en el caso de las imágenes, se ha disparado. En solo cinco días se estima que se han gastado más de 216 millones de litros de agua. Esta cifra ‘se justifica’ por la necesidad de mantener refrigerados la red de servidores y evitar así el sobrecalentamiento. Es decir, los centros de datos donde operan estas plataformas utilizan agua para enfriar chips de alta potencia, indispensables para procesar las solicitudes generadas por millones de personas en todo el mundo.
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