Recuerda José Domingo Gómez Castallo que Rafael García Gutiérrez, quien fuera el primer presidente de la actual Autocontrol (previamente existió una organización con ese mismo nombre aunque con un planteamiento muy distinto, como se verá más adelante), le dijo en el periodo en el que le propuso dirigir la asociación: “Si has sido capaz de construir una organización en la que ha habido que poner de acuerdo a UCD, PSOE, Alianza Popular, el Partido Comunista…, siendo tú el que aseguraba el equilibrio y que funcione entre tantos intereses contrapuestos, eso nos va a servir para crear Autocontrol, porque aquí hay muchos intereses comunes pero también muchos intereses cruzados. Esa experiencia de equilibrio, de balance que has sido capaz de desarrollar para construir la Federación Española de Municipios y Provincias es una de las de las cosas que queremos para Autocontrol”.

Pero no fue solo eso lo que buscaron en él los promotores de Autocontrol para dirigir la organización. Además de esas actitudes de búsqueda de consenso, se valoró de él que conociera bien a los reguladores, porque antes había sido diputado por la provincia (todavía no comunidad) de Madrid en el Congreso de los Diputados. “Conocía el proceso regulatorio, de elaboración de normas, conocía cómo aproximarte a los reguladores, cómo relacionarte, cómo interlocutar con ellos y también cómo funcionan las administraciones públicas, los procedimientos sancionadores, de control”.
A eso se sumaban sus conocimientos en Derecho. “Yo creo que fue ese mix, ese conjunto de experiencias y conocimientos y actitudes, el que llevó a que Rafael García Gutiérrez, el primer presidente, David Torrejón, uno de los que me entrevistó, Rafael Mazón, Francisco González y José Casals, que componían ese primer grupo, se decidieran por mí. Ellos buscaban a alguien con ese perfil y hubo match. Me encantan esos procesos de construir y lo que me ofrecían era una oportunidad increíble de construir algo que fuera útil para la industria y para la sociedad. El proyecto me encantó, y me vino bien porque era lo que me permitía hacer esa transición que yo ya llevaba más de un año planteándome realizar”. Por aquél entonces, estaba al frente de la Dirección General de Consumo, que se había creado previamente, en plena crisis de la colza.
Es decir, estaba al otro lado. Y lo que quería entonces era dejar la política y ejercer la abogacía. La propuesta para dirigir el nuevo organismo que se había desarrollado desde un comité compuesto por treinta empresas, con la Asociación Española de Anunciantes y la entonces Asociación Española de Agencias de Publicidad (hoy, ACT) le pilló en un momento vital en el que quería dejar las actividades de servicio público, la política, después de casi 15 años. “Yo entiendo que la política debe ser temporal. Las personas que deciden dedicarse al servicio público, a la política, que es algo fantástico y que es preocuparse por el interés general de la población y dar soluciones a los problemas de la ciudadanía y de la sociedad, no deben extenderse demasiado en el tiempo en su ejercicio. Convertirse en profesionales de la política tiene muchos riesgos, como en otros ámbitos”.
Desde la política
El comienzo de la Transición en España y últimos de la década de los Setenta, le pillaron cursando Psicología y, en aquel momento, como hoy recuerda, “cualquiera que tuviera una mínima motivación personal estaba involucrado políticamente”. Así, pues, su actividad política empezó en la Universidad como “activista, antifranquista y por la democracia”, un movimiento que por aquel entonces atrajo a muchos jóvenes a la política en comparación con otros países europeos como consecuencia de que “la dictadura hizo que se perdieran varias generaciones dedicadas a esa actividad pública, por eso, durante la transición de la dictadura a la democracia y durante los quince años siguientes, en todos los partidos había gente muy joven”. En su caso, fue terminar la carrera e iniciar su actividad pública. “No era yo, era la situación”, dice, y recuerda el entusiasmo con que vivió su “pequeñita contribución a la nueva sociedad española en diferentes etapas”. Primero, construir la Federación Española de Municipios y Provincias. “Aprendí muchísimo con mis colegas internacionales y nacionales, y sigo pensando que la administración más interesante es la local, la más cercana al ciudadano. Por tanto, me siento un privilegiado porque empecé a trabajar en una misión pública de interés, construyendo, y en un ámbito muy bonito”.
Me dieron los planos, la idea, y me encargaron la misión de construir una organización que fuera útil para la industria publicitaria, para la administración y para los consumidores
Cuatro años después fue elegido diputado en la legislatura de 1982. Terminada esta, en las siguientes elecciones no se presentó y fue entonces cuando tuvo su primer escarceo con el mundo de la publicidad. Con dos amigos, Justo Villafañe, catedrático de Comunicación en la Complutense, y Tomás García Perdiguero, publicitario de la época, crearon una pequeña agencia de publicidad en la que Gómez Castallo se ocupaba de la gestión, en lo que considera que fueron casi sus prácticas de lo que vendría después y del máster en Dirección y Administración de Empresas que cursaba en paralelo en el Instituto de Empresa. Fue una etapa fugaz en la que también aprovechó para casarse y, tras la cual, volvió a la función pública para cooperar en la construcción de la Unión de Consumidores de España, de la que fue secretario general durante los dos años siguientes, cuando desde el Gobierno le reclamaron para liderar la Dirección General de Consumo, el que sería su trampolín para acceder a la dirección general de Autocontrol. “En mi último año en Consumo entro en contacto con esto de la autorregulación publicitaria porque desde la industria vinieron a contarme el proyecto. Reconozco que, entonces, estando en el otro lado de la mesa, era un poco escéptico, aunque les animaba señalando que, si la industria es capaz de autorregularse, seguro que es bueno para la industria, pero también para la sociedad”. El siguiente paso fue su incorporación para dirigir Autocontrol, hace 30 años, una etapa que finalizará en enero de 2026, cuando se jubile.





