Las recientes operaciones registradas entre editores de revistas, principalmente la compra de la mayor parte del negocio español de Edipresse por parte de RBA y la fusión efectiva de los dos grandes grupos de Bertelsmann, G+J y Motorpress, no son fruto de la casualidad, sino de una coyuntura especialmente apropiada para que se den estos movimientos. Los tiempos de los editores clásicos anclados en la información general terminaron en algún momento de los Ochenta, para dar paso a la era de los grupos multimedia. Las absurdas limitaciones legales que durante años imperaron en nuestro mercado, y de la que quedan aún resabios, impidieron la creación de auténticos grupos multimedia nacionales, lo que facilitó que el negocio existente terminase absorbido o alineado en grupos internacionales. Pero este proceso terminó en la mayoría de las ocasiones en un mero agregado de soportes. Ni desde el punto de vista publicitario, ni desde el de la gestión de contenidos se han consolidado sinergias u ofertas conjuntas verdaderamente creíbles. Muy probablemente, desde el otro lado de la mesa tampoco el mercado ha animado a ello. Pero la situación está moviéndose a pasos acelerados. El futuro inminente de los grupos mediáticos pasa por una reestructuración forzosa hacia un modelo de gestión de contenidos no sometido a la constricción de los formatos mediáticos: diarios, revistas, radio, televisión. Y a la necesidad de esta metamorfosis obliga principalmente un medio sin barreras como es internet y sus derivados, en el que la distancia entre la web de un diario, la de una revista o la de un canal tiende a desaparecer.
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