En un escenario tan complejo, convulso y cambiante, como son los mercados globales y los negocios, el proceso de internacionalización no ha de ser un salto al vacío sino una estrategia bien planificada para tomar decisiones eficientes. Tres son las fases o etapas del proceso de internacionalización empresarial. En la primera, cuando las empresas quieren explorar y abrir nuevos mercados por primera vez, es clave decidir y acertar en qué país/es hay potenciales clientes y analizar bien la tipología de mercado con variables cualitativas y cuantitativas. En la segunda fase, cuando las empresas ya cuentan con presencia en diferentes países, es indispensable monitorizar bien su índice de penetración y crecimiento potencial en el mercado local, por países, regiones, ciudades… descendiendo en las escalas geográficas para optimizar el proceso de captación de nuevas oportunidades. Y, en el tercer ciclo, empresas con un crecimiento en el exterior que justifica la apertura de una o más oficinas, es fundamental acertar con la ubicación de la misma, valorando datos e información de proximidad y distancia-tiempo con las áreas de mayor concentración de mercado potencial, o de zonas logísticamente estratégicas para determinados sectores.
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