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¿Autocontrol del periodismo?

Un artículo de Ángel Riesgo

Sé muy bien que las siguientes líneas son una utopía, pude ser que algunos confundan la intención, puede que los periodistas lo rechacen porque piensen que limita su libertad, en suma, algunos de los lectores que tengan la curiosidad de seguir leyendo lo rechazarán, puede incluso que ofenda a algunos que no se hayan molestado en seguir leyendo. Aun así, me voy a arriesgar a ser de nuevo curioso e impertinente y hacer honor a mi apellido.

En estos días de furia estamos llegando al límite de la manipulación por parte de algunos medios de comunicación, más o menos aislados y agrupados ideológicamente. El bulo, la mentira y la difamación se han convertido en un instrumento periodístico. Sin embargo, el público, en muchos casos, acepta esta especie de ficción malintencionada y no se opone de plano a un ejercicio muy peligroso que está deteriorando la reputación de los políticos, los periodistas e incluso del propio Estado. La sensación de “todos son iguales, corruptos y malvados” se generaliza en un país donde la corrupción es ya muy testimonial y los políticos son mayoritariamente servidores públicos honrados, mal pagados y denostados constantemente.

José Miguel Contreras, periodista y catedrático de comunicación audiovisual, ponía hace días un ejemplo que me interesó. El wrestling o profesional pressing catch, la lucha libre americana, es enormemente popular en Estados Unidos, México y otros países. Pero todos los que gritan apasionados a sus luchadores face (los buenos y favoritos) y silban e insultan a sus enemigos, los heel (rudos y malvados), saben perfectamente que todo es falso en el catch, que es una ficción violenta, teatral y entretenida. Pero que todo es mentira.

En España, hay una cierta prensa, normalmente digital, que comparte tendencias políticas, que es subvencionada por órganos del ejecutivo de esa misma tendencia, medios que carecen de suscriptores, ni prácticamente tienen publicidad comercial. Estos pseudo medios han creado un nuevo deporte. Una disciplina muy parecida al pressing catch, basada en la denostación, las falsedades y ataque sistemático a los órganos de poder gestionados por su partido enemigo (que no rival). Esta actuación es bien acogida por los correligionarios de esa tendencia política, aun a sabiendas de que todo, o casi todo lo publicado es falso. Los heel y los face son claramente reconocibles y el odio ficticio se va haciendo real. Este juego peligroso está llegando a extremos que pueden llegar a la destrucción de nuestras instituciones.

En los años 70 y 80 en nuestro país vivimos en nuestra industria publicitaria algo muy parecido. La falsedad descontrolada en las promesas de los anuncios publicitarios puso en peligro la viabilidad de las marcas serias, muchas internacionales, que no podían competir ante las mentiras publicadas por competidores menos éticos. Así fue necesario crear Autocontrol de la Publicidad. Los medios, las agencias y los anunciantes se unieron para frenar el desmán y crearon tribunales profesionales que valoraban la veracidad de los anuncios que hubieran sido denunciados por un competidor. Con el impulso inicial de los Procter, Unilever y Coca-Cola se creó una organización que hoy vela con éxito por la veracidad de la publicidad emitida. Esta organización es un ejemplo de eficacia, revisa miles de casos anualmente (más e 30.000), disuadiendo conductas poco éticas y sobre todo reduciendo al mínimo las campañas que son consideradas no veraces y de las que se solicita su retirada (menos de 200 cada año). Todo esto se hace con una enorme agilidad, que los tribunales de justicia no serían capaces, ni en sueños, de conseguir.

En suma, los profesionales de la publicidad tendrían muy difícil hacer trampas en sus campañas en los medios porque se han autorregulado a través de Autocontrol de la Publicidad, www.autocontrol.es. Mientras tanto, alguna prensa política, como todos estamos contemplando estos días, hace trampas, engaña, tergiversa y miente. ¿Saben ustedes por qué está ocurriendo esto? Porque esos medios pueden hacerlo, simplemente. Los publicitarios no podemos y no lo hacemos.

Creo que nuestra comunicación política necesita un autocontrol similar y que la iniciativa deberá venir en este caso de los profesionales del periodismo, de los medios y también, en último extremo, de los ciudadanos, que no pueden permitir que la política se convierta en un circo de wrestling. Todo esto, déjenme soñar, debería hacerse con el apoyo de los políticos.

La deontología periodística que todos los estudiantes de periodismo estudian en la facultad y quieren ejercer desde el primer día de trabajo ha sido prostituida por los intereses comerciales, políticos, la amplificación de las redes sociales y la aceptación por parte del público, que en algunos casos prefiere oír lo que le gusta escuchar por cercanía ideológica en lugar de escuchar la verdad.

No es mala la lucha política, el enfrentamiento ideológico, pero debería ser más parecido a las artes marciales orientales que al pressing catch americano.

¿Un autocontrol del periodismo? ¿Es un anatema o es imprescindible? Yo creo que es necesario y sería una pena que cierto corporativismo mal entendido lo hiciera imposible.

La confección del bulo malintencionado no es nueva, pero si se trabaja de manera coral, desde varios medios, o pseudo medios, se cuenta con la complicidad de partidos políticos e incluso de jueces dispuestos a jugar la partida de la

Por resumir: los profesionales de la publicidad tienen muy difícil hacer trampas porque se han autorregulado a través de Autocontrol de la Publicidad, www.autocontrol.es. Mientras tanto alguna prensa política, como todos estamos contemplando estos días, hace trampas, engaña, tergiversa y miente. ¿Saben ustedes por qué está ocurriendo esto? Porque puede, simplemente.

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