Bonita palabra, ¿no? A mí me lo parece. Me gusta como suena. Aunque aún está por ver el verdadero valor de su significado. Porque sin un valor auténtico, sin una utilidad clara, las palabras son como jarrones vacíos. No tienen sentido. Pero eso, en realidad, ahora no importa demasiado.
La escuché por primera vez el otro día, aquí en San Sebastián. En el hotel María Cristina. Estábamos Gonzalo Figari, Isusko Artabe, Luis Monroy, Miguel Olivares y yo, comentando lo que habíamos visto en nuestras respectivas categorías durante los días de jurado. Y apareció. Así, sin más, en mitad de la conversación. “Metacaso”. No recuerdo muy bien quién la pronunció primero. Pero alguien la soltó sin saber exactamente lo que decía. Y, después de varios días juzgando ideas en el Kursaal, todo cobró un auténtico sentido para nosotros. El metacaso es el futuro de la comunicación de los comunicadores que comunican sus ideas a otros comunicadores.
Lo vimos todos clarísimo. Se escribirán libros con títulos como “Técnicas para crear tu propio metacaso” o “Los mejores Metacasos de 2015”. Será trending topic. Se desarrollará una aplicación gratis para iphone que los hará de forma estándar, y otra por 0,79 que permitirá personalizarlos. Incluso habrá una asignatura en la universidad para estudiarlo. Será importante. Porque cualquier idea, buena o mala, que seamos capaces de parir, va a terminar encapsulada en su metacaso de dos a cuatro minutos (les recomiendo mejor dos). Y quien los haga mejor, ganará más.
Ahora, mientras escribo este artículo, pienso que, a decir verdad, no hablábamos muy en serio cuando hablamos del metacaso en el María Cristina. Pero ahí queda la palabra. Recuerdo de San Sebastián 2011.