Creativo, redactor publicitario, creador de contenidos, cofundador desde 2005 de Herederos de Rowan tras haber pasado por agencias como Dimensión o JWT, entre otras; profesor, autor y coautor de libros profesionales y también autor de ficción, Óscar Bilbao recupera las luces y sombras de los noventa en Los nietos bastaros de Warhol. Y como dijera el famoso diseñador que da título a su novela, otorga a su personaje, El Tony, sus “quince minutos de fama”.

Anuncios.— ¿Por qué este libro? ¿Para quién?
Óscar Bilbao.— La ventaja de que la literatura sea una actividad secundaria, vamos, que no como de ella, es que no necesito porqués. No tengo deadlines ni compromisos. Lo mismo que no tengo targets ni buyer persona. Me paso el día siendo otros, creando y escribiendo lenguajes y universos de marca así que aquí, mi primer y único cliente soy yo. Escribo de lo que me apetece cuando me apetece. Y ahí está la magia, cuando ves que la gente lo hace suyo, que has conseguido expresar con palabras lo que sienten, creando universos que recorren encantados o que se han dejado llevar a lugares insospechados.
A.— ¿Cómo surgió la idea y cómo ha sido su proceso de gestación?
O.B.— Al final, no deja de ser un proceso creativo, como el de una campaña. El tema bullía en mi cabeza, me preocupa la pérdida de identidad de las ciudades, como la que yo viví, el Bilbao de los 90, pero que puede ser cualquier ciudad de cualquier país, de esas que fueron más chungas, pero también más vivas. Podía haberme salido un ensayo, pero ya estaban La España de las Piscinas de Dioni o España Fea, de Andrés Rubio. Pero un día se me apareció El Tony, nunca sabes si responde a alguien con quien te has cruzado, a algo que has leído o escuchado, pero ahí estaba. Y me daba el protagonista ideal y el tono que buscaba, una generación que empezaba a ver las costuras al mito de la meritocracia, que se veía condenada a trabajos de mierda con sueldos de mierda, hedonista y que hace de la fiesta, la música electrónica y las drogas de diseño su válvula de escape. Luego, construir su universo fue relativamente fácil, conozco el escenario, era ‘mi’ Bilbao; conozco a los personajes, al fin y al cabo, quién no ha caminado alguna vez por el lado salvaje de la vida. Solo le faltaba la guinda, la cubierta, para lo que recurrí, como siempre, a mi compañero en Herederos de Rowan, Iñigo Burgui, Mr. Rosco de nombre artístico.
A.— ¿Se parece a algo de lo que había escrito antes?
O.B.— De primeras podría parecer que no. Pero creo que, al final, en muchos de mis textos acaba aflorando cierta ironía y, digamos, mala hostia. Un punto de crítica social al que no me resisto. También es cierto que LNBDW es la más desatada, la más libre y la menos contenida. Sátira sin concesiones.
A.— Como autor combina temas profesionales con otros que no lo son. ¿Cuáles le redimen?
O. B.— ¡Jajajaja! Me encanta el concepto ‘redimir’. Creo que se complementan muy bien. En los libros profesionales tengo la suerte de contar con ESIC Editorial, que me cuidan mucho y me dejan hacer. El último, Los secretos del vídeo online, además de, o a pesar de, subtitularse Guía transmedia para streamers, blogueros y marcas, no deja de ser una excusa para dar rienda suelta a mi pasión por el cine. Puedo decir que no me han tocado ni una coma. Eso sí, cuando hago ficción, además de permitirme aprender y ‘jugar’ con Amazon, o hacer microsites (losnietosbastardosdewarhol.com), el estilo, quieras que no, es mucho más libre; no busco trasmitir conocimiento, solo necesito que el texto fluya, que enganche, que transmita. Vamos, lo mismo que en no ficción, pero quitando lo del conocimiento.
A.— ¿Un slogan para animar a leer ‘Los nietos bastardos de Warhol’?
O. B.— Siempre he defendido que las mejores agencias no son las in-company, así que voy a usar el comodín de lo que otros han dicho, y, además, el de un amigo y creativo al que admiro mucho, Alfred Pavía, que dice que “es una novela que se consume como las rayas en esas noches del Tony: a tiritos y mañana ya si eso”.
