En diciembre de 1958, David Ogilvy envió un comunicado interno a los empleados de Ogilvy, Benson & Mather que, sin saberlo en ese momento, acabaría convirtiéndose en una tradición de casi cada Navidad en la agencia. El prestigioso publicitario comunicaba en el mismo la decisión de eliminar el envío de postales navideñas entre los propios trabajadores de la compañía.

El documento, fechado el 15 de diciembre y renviado “casi todos los años a partir de entonces”, como ha indicado la agencia en LinkedIn, estaba dirigido especialmente a las personas que se habían incorporado a la agencia desde la Navidad anterior. En el texto, Ogilvy explicaba que la práctica de intercambiar felicitaciones navideñas por correo se había vuelto “absurda”.
Según se expone en la carta, en aquel momento trabajaban alrededor de 200 personas en la agencia. Si cada empleado enviaba una tarjeta a cada compañero, el resultado sería un volumen de unas 40.000 postales, por lo que las felicitaciones tendrían un coste estimado de al menos 10.000 dólares. Un gasto y una dedicación de tiempo que, en palabras de Ogilvy, muy pocos podían permitirse.
Contacto humano
El fundador de la actual Ogilvy subrayaba que ni el tiempo ni el dinero necesarios para llevar a cabo un envío masivo de ese calibre estaban justificados, y proponía una alternativa mucho más directa y humana: felicitar la Navidad en persona. “Digamos todos ‘feliz Navidad’ cara a cara. No por correo”.






