“Mucho de lo que expresamos como contenido debería estar encerrado en una caja que no deberíamos abrir porque es una trampa – la trampa de la basura- en la que no deberíamos caer”. Son palabras de Marc Pritchard, director general de marca de P&G a escala mundial; fueron dichas en la muy comentada conferencia que pronunció en el pasado Festival de Cannes, y que esta revista reprodujo en su totalidad (ver ‘Anuncios’ 1.535, 18 de julio). Pritchard defendió en su intervención el uso de la palabra publicidad frente a la de contenidos, pero, más allá de eso, alertaba contra las trampas de la proliferación y de la mala calidad.
Este mes de septiembre se ha cumplido un año desde que Apple anunciara que incorporaba al IOs9, su nuevo sistema operativo para móviles, una extensión que permitía el bloqueo de contenidos publicitarios. La noticia podía considerarse poco más que anecdótica, pero es bien sabido que todo lo que tiene que ver con Apple reverbera en muchos ámbitos, y en este caso el anuncio de la incorporación del bloqueador supuso una revulsivo para el sector publicitario, que pareció tomar conciencia repentina de la gravedad de un problema, el de los programas y aplicaciones que permiten a los consumidores el bloqueo de la publicidad en soportes digitales, que hasta entonces parecía poco más que residual.
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