Ya lo dijo Leo Harlem: “la vida cambia cuando entras en la edad de los metales: pelo de plata, dientes de oro y lo otro de plomo”. Y ya lo creo que cambia, al menos en lo laboral: tienes más experiencia, analizas mejor los proyectos, consigues dominar el ego y aprendes a escuchar. Vamos, que de repente aparecen superpoderes que hacen que puedas ser igual o más competitivo en el trabajo frente a jóvenes talentosos y llenos de energía.

La vida es un viaje alucinante, salvo que solo te das cuenta de verdad cuando llegas más o menos a los 40. Es verdad que hacemos más caso cuando las cosas te tocan de cerca, tal vez por eso, últimamente sigo con más atención eso que han bautizado como edadismo laboral. Vivimos en una sociedad cada vez más vieja e irremediablemente con más capacidad al cambio. Hace poco leí que la Generación X será la que más cambios experimente a lo largo de su vida. ¿Será verdad? Yo lo único que sé, es que llegamos a ver la tele en blanco y negro y ahora puedes comprar un viaje al espacio desde un pequeño ordenador que también es teléfono. Nuestra vida es pura ciencia ficción, hemos visto, hemos probado, hemos vivido y hemos ido acumulando todo tipo de experiencias que me niego a que no tengan un valor en nuestra vida laboral.
Volviendo al tema. Cuando llegas a una cierta edad, temes que tus años sean una desventaja competitiva, eso es así. Es más, en un artículo de Harvard Business Review se pone de manifiesto que la falta de oportunidades está relacionada con el sesgo de la edad. Y sin embargo, la sociedad necesita retrasar la edad de jubilación para poder pagar las pensiones. ¿No es todo un despropósito? La vida ha cambiado, los trabajos han cambiado y la preparación ha cambiado. Retirarse más tarde no debería ser un castigo, sino la oportunidad perfecta para ejecutar el gran truco final. Y si no, mira a los Stones. Vale, puede que no sea lo mismo que en los 60, pero esto no va de arrugas, sino de energía. Y de esa, creo que van sobrados.
¿Y dónde está la clave de todo esto? Si cada vez somos más seniors, los clientes también, ¿no? Personalmente soy muy fan de la Generación Z, pero está claro que hay un salto que no puedo dar. Intento seguirlos de cerca y aprender todo lo que puedo o me dejan, pero hay cosas que se me escapan. Lo mismo ocurre con los clientes. Por muy molón que sea la GZ, también encontrarán un salto para entender a personas de 50. Dicho de otra manera, cada generación consume un tipo de contenido y no todas están preparadas para lo mismo.
Resumiendo. El futuro pasa una vez más por combinar esto y aquello. Por la inclusión en todos los sentidos. Por valorar el talento, tenga la edad que tenga. Y sobre todo por las ganas. Si tienes 25 y quieres comerte el mundo, lo harás. Si tienes 55 y quieres comerte el mundo, lo harás. El camino puede que sea distinto, pero la meta es la misma. Viva el senority. Viva la edad de los metales. Viva el Branded Age of Metal.
Ibay Prieto
Director de contenidos de marca y 'branded content' en ElEconomista