El acelerado ritmo de cambios que marca la revolución tecnológica -y por los que, desde luego, el sector publicitario se ve particularmente afectado- hace muy tentador el juego de comparar cómo eran ciertas cosas o se desarrollaban ciertas actividades hace poco tiempo y cuán distintas son ahora en función de los cambios que les ha imprimido la digitalización.
Se diría que ya se ha hablado suficientemente en nuestro mercado acerca del valor que tiene el trabajo de las agencias de publicidad y de si es o no es justa y adecuada la remuneración que dichas compañías reciben por él. Esa cantidad de reflexiones, que se viene desgranando con intensidad variable desde que a principios de los 90 la fulgurante trayectoria del negocio de las agencias en nuestro país tuvo su primer tropiezo, ha crecido exponencialmente en los últimos años, a cuenta no ya de un tropiezo, sino de unas muy dolorosas caída y posterior enfermedad grave en forma de crisis económica que ha afectado de manera ostensible a la relación entre los anunciantes y sus agentes de publicidad.
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